La escena central muestra
el descendimiento de la cruz ("el abajamiento"). Un personaje
con largas tenazas está retirando el clavo de la mano izquierda
de Cristo, mientras que la Virgen sujeta el brazo ya liberado de la Cruz.
A pesar del dramatismo intrínseco del momento, los personajes de
la escena transmiten sensación de serenidad. Por encima, a ambos
lados de la cruz, sendos ángeles turiferarios de aspecto orondo
se encajan en el espacio existente (Imagen 6).
A nuestra derecha, la segunda
de las escenas en orden cronológico muestra a las santas mujeres
que acuden al sepulcro de Cristo portando ungüentarios bajo sus túnicas.
De la situada junto al ángel solo se esculpió la cara, quedando
en segundo plano y transmitiendo sensación de profundidad a la
escena. Un ángel muestra el sepulcro vacío porque Cristo
ha resucitado. Al igual que en la escena anterior los semblantes transmiten
hieratismo a excepción de la figura central que parece iniciar
una leve sonrisa. El sarcófago se representa bajo un arcosolio
de medio punto apeado en columnitas decoradas con entorchado y bezantes
y los capiteles lucen cuidadas volutas y hojas de acanto. Tras el, del
arcosolio emerge un ángel que retira la tapa del sarcófago
mostrando el interior vacío. Sus alargadas alas rellenan magistralmente
el hueco del tímpano enmarcando la escena. Cara y pliegues del
manto son decididamente convexos (Imagen 7).
Si el maestro Esteban viviera en nuestro tiempo, probablemente habría
sido mecenas del escultor colombiano Botero.
8
La tercera de las escenas,
a nuestra izquierda, muestra la Ascensión de Cristo a los Cielos.
Epigrafiada en la periferia de esta porción de tímpano,
la leyenda que así lo confirma "ASCENDO AD PATREM MEVM..."
(Imagen 5). Dos ángeles -que lo son porque se advierten las alas en
segundo plano- portan a Cristo quien apoya sus pies en las rodillas interiores
de ambos mientras que con sus manos se aferra a la parte superior de las
angelicales alas. Su rostro enmarcado por nimbo crucífero se vuelve
hacia lo alto. Una vez más reclamo la atención en el ángel
más externo. Es tan redonda su cara que si lo viera en consulta,
diagnosticaría paperas. Una última consideración
sobre esta escena de la Ascensión: no parece que el escultor tuviera muy claro que Cristo podía hacerlo por sus propios medios.
Porque los ángeles, más que escoltarlo lo transportan con
eficiencia y Él colabora. De haberse inventado ya la Inquisición,
quizá hubiera tenido algún problemilla con quienes siempre
andaban prestos a la hora de peguntar si alguien tenía a mano leña
y mixtos.