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Maján es un pequeño
lugar soriano situado a 35 kilómetros al sureste de Soria y a 19
al este de Almazán, en línea recta. Ubicado en lo alto de
un pequeño cerro-testigo, domina gran cantidad de extensión
dando vista al Moncayo y situándose en la divisoria de cuencas entre el
Duero y el Ebro. Por su situación
estratégica en territorio de frontera es más que probable
que hubiese castillo, si bien tan solo conserva el topónimo para
definir a la máxima cota del lugar donde se alza su templo parroquial. Hasta este lugar llegaremos
por carretera desde Almazán, pasando por Morón de Almazán
y Momblona, aunque cuando yo lo visité, como venía de Perdices,
utilicé la vía más corta que es pista de tierra aceptable
para circular si el tiempo es seco (18 de agosto de 2007).
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Su iglesia dedicada a la
Virgen de la Concepción se alza sobre el reducido caserío
(Imagen 1). Nada en su aspecto exterior hace presagiar
que bajo atrio al sur hallaremos una de las mejores muestras del arte románico
en la provincia. Lo visto del templo es de fecha tardía, quizá
del siglo XVII y a juzgar por lo exiguo de la población actual (7 vecinos
estables) es de suponer que su fábrica se debiese más a las
necesidades de frontera que a la atención espiritual de tan exigua
parroquia.
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El templo remata a oriente
con un cilindro absidal edificado en mampostería de aspecto moderno,
que a lo más debió de alzarse donde estuviera el primitivo
sin que de él conserve sino el perfil en planta (Imagen 4).
Al lado sur de la parroquial hay una agradable plazoleta con magníficas
vistas hacia el Moncayo al este y hacia tierras de Calatayud y Daroca hacia
el sureste. A esta placita abre el
atrio moderno que cobija la portada original del templo que aquí
se edificó (Imagen 3). Como veremos a continuación,
su estilo remite sin lugar a dudas a modelos silenses en relación
con el segundo maestro del claustro.
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La portada se edificó
en buena piedra sillar de arenisca rojiza, bien cortada y ajustada. Hay alguna marca de cantería, entre las que destaca
una "M" de trazos curvilíneos de cuidada factura. Tres
son las arquivoltas que hallamos. Las dos exteriores apean por medio de
columnas acodilladas y la interior compone con jambas rectas el vano de
la portada (Imágenes 5 y 7). Tanto los ábacos
como sus prolongaciones y la arista rebajada de la arquivolta exterior se
decoran a base de motivos vegetales de buen tamaño y porte carnoso.
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Sus dos parejas de capiteles
decoran con motivos silenses. A nuestra izquierda y desde el exterior hallamos
una pareja de grifos de cuidada ejecución (Imágenes
9 a 11) y a su lado otra par seres monstruosos, en este caso arpías
tocadas con su habitual gorro picudo (Imágenes 12 y 13). A nuestra derecha, el capitel
interior es de temática vegetal (Imagen 14) y el
que se halla a su lado decora con una pareja de leoncitos de redondeadas
formas orientados hacia un motivo vegetal en el vértice que remata
en florón (Imagen 15).
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Y si lo hasta ahora visto
es digno de detenerse un buen rato, no lo es menos la decoración
de las ocho dovelas de su arquivolta central que muestra unos elaborados
personajes de notable tamaño y correcta ejecución cuya lectura
ha de hacerse sin duda por parejas, ya que cada una de las dovelas se relaciona
con la situada a su nivel en el lado opuesto. Así encontramos
la pareja inferior que a izquierda muestra a un obispo provisto de báculo
y mitra (Imagen 16) en la que destaca su ínfula
exterior, probablemente en actitud de bendecir (por lo apuntado de la relación
entre motivos paralelos) a la figura que se asimila con san Miguel por el
hecho de estar alanceando a un dragón (Imagen 23);
pero que yo considero no es tal por varios motivos: en primer lugar no es
alado y a san Miguel siempre se le representa de esa forma. El siguiente
candidato sería el caballero san Jorge, alanceador de dragones.
Tampoco lo veo, pues el personaje esculpido más parece hombre corriente,
de cabello largo y pies descalzos que alancea a una "fiera" con
más aspecto de cervatillo acostado, por más que se revuelva
a morder la desnuda pantorrilla derecha con que el alanceador pisa su lomo. Asociando ambas escenas,
más me inclino por la bendición episcopal hacia aquél
que sabe luchar y vencer a sus pasiones, aunque no sean de mucho calado.
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En la misma línea
estarían las dos siguientes dovelas: a derecha centauro sagitario
-bellísimo de hechuras- que acaba de lanzar su dardo (Imagen
22) y frente a él, la arpía inclinada hacia atrás,
como acusando el impacto del dardo que acaba de recibir en su pecho hundiéndose
hasta el timón y con figuración de sangre manando del cuello
(Imagen 17).
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Más arriba una escena
de caza narrada en dos dovelas a nivel. A nuestra derecha el cazador (descabezado por vandalismo) porta zurrón al hombro y delicadas
sandalias en sus pies. Con su índice derecho señala enfrente,
mientras sujeta por el collar con la izquierda su mastín presto a
obedecer la orden (Imagen 21). Enfrente, el objeto de esta
escena de caza no es sino un ciervo que el escultor ha situado entre la
maleza, figurada por un arbolillo tras él (Imagen 18). Por fin, las dos dovelas
centrales complementarias muestran a izquierda sendos monstruos peleando
(Imagen 19) y a derecha la repetida escena del águila
rapiñando una liebre (Imagen 20).
Pequeño lugar y
con pocos restos románicos; pero que por su importancia y valor escultórico
recomiendo encarecidamente no pasar de largo. En ocasiones una sola arquivolta
decorada tiene más valor y transmite más mensajes que todo
un templo rural edificado exclusivamente para las necesidades del culto.