CAPITELES DE LA PANDA SUR
(Segundo Maestro de Silos)
Los capiteles de la panda sur corresponden ya al segundo maestro. Pero los constructores siguen utilizando alguno de los ábacos "excedentes" de la obra de su antecesor, diferenciables por el perfil convexo de la superficie decorada. Las cestas siguen siendo troncopiramidales, con collarinos muy próximos y columnillas tangentes. Y en las basas hay pequeños monstruos que parecen haber escapado de las correspondientes cestas.
Empiezo con la imagen grande de detalle del último capitel de esta panda. El que corresponde al número 46 del claustro (Imágenes 1 y 16) que nos muestra una bella imagen de grifo asirio (cuerpo de león alado, cabeza de águila con orejas grandes; en oposición al grifo persa que posee cuerpo de ave y cabeza de león -capiteles 7 y 30 del claustro obra del primer maestro-). Aparece "enramado", sometido. Metáfora del mal bajo control -al menos momentáneo-.
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El capitel número 50 (Imágenes 2 y 3) muestra rapaces que comen del árbol que las sujeta, al igual que hacía con las arpías, con ramitas en torno a sus cuellos.
El capitel 52 (Imágenes 4 y 5) esculpe en su cesta ciervos de perfecta labra, absolutamente enmarañados y retenidos. A destacar que su ábaco corresponde a la mano del primer maestro.
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El capitel 53 (Imágenes 6 y 7) nos muestra unas inquietantes criaturas que comparten con las arpías del 41 cuerpo, patas y sujeción por parte del arbolito central. Pero difieren en su maligna expresión lograda a base de grandes ojos rehundidos, trepanados para realzar la pupila, orejillas a modo de cuernos y colmillos agresivos. Para algunos se identifican con genios malignos o"trasgos"
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Centauros encontramos en los capiteles 55 y 62 (Imágenes 8 y 9-10). En el primero, desgastados, enmarañados y asaeteando a una arpía. Centauro-sagitario, pues. En el segundo, muy bien conservado, vemos centauros con escultura de bulto redondeadas sus grupas, cabezas de bellos jóvenes de pelo rizado y pequeñas capas al cuello. También sujetos por las ramas del omnipresente arbolito, aunque aquí, dado el tamaño de sus cuerpos, ocupan toda el ancho de las caras grandes del capitel, y solo se afrontan en las caras cortas
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De nuevo arpías en el 56, aunque en esta ocasión, meteorizada la arenisca en que se labraron (Imagen 11) sujetas por el arbolito, al igual que los leones que decoran la cesta del 54 (Imagen 12).
El número 57 (Imagen 13) luce epigrafía en el intrados de su arco. En la cesta, a pesar de su deterioro por fracturas de elementos tallados al aire, se advierte una escena de lucha que la tapiza en toda su superficie entre hombres provistos de arco o lanza y diversas formas monstruosas. Lucha del bien y el mal, en ambiente dominado por los tallos vegetales que sujetan a los pugnantes.
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Las imágenes 14 y 15 -capitel número 58- muestra una escena común en el románico, pero interpretada con el motivo común del arbolito sujetando a las aves. Son rapaces que de dos en dos picotean el lomo de una gran liebre que agazapada espera -sin éxito- pasar desapercibida a sus predadores.
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Y por fin, para concluir este periplo a vuelapluma por los capiteles del claustro, unas irreales e inquietantes criaturas en las que se híbridas cuerpos de aves dispuestos al modo en que el primer maestro lo hacía (con un ala elegantemente elevada), garras de león, cola como las arpías y cuello lanudo y cabeza a modo de león con la que muerden una de sus patas. Aquí no hay arbolito ni vegetación que los sujete. Parecen ser sus propias patas las que los anclan al suelo y que tratan de liberar mordiendo.
Irreales inquietantes y bellos monstruos creados por el sueño de la razón, mucho antes de que la frase tuviera éxito. Y que siguen allí, transmitiendo un mensaje que cada uno recibimos de modo diferente, matizada por la proyección de nuestra mente. Ve a verlos. El mensaje será decodificado de forma personal y seguro que distinta. Pero te garantizo que no te dejarán indiferente. Hay un antes y un después de "vivir Silos".
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