Amigo lector, compañero de viaje virtual: Si has llegado hasta aquí estoy seguro de que habrás descubierto a la par que yo la belleza y espiritualidad de este lugar que trasciende con mucho a lo puramente artístico.
Vine aquí movido por el deseo de atar cabos en la escultura románica. De conocer y fotografiar sus detalles. De sentir la liturgia que persiste gracias a la comunidad benedictina y sin la cual no tendrían significado estas piedras.
Vivimos un momento de paradoja. Está a nuestra disposición más cantidad de información de la que nunca en la historia se pudo siquiera imaginar. Pero las generaciones de jóvenes, cultas pero desimpregnadas de la omnipresente religión que a los que peinamos canas nos acompañó en nuestra vida moza, pueden haber perdido el poder de interpretar estos catecismos tallados en piedra.
Pueden sentir la misma indiferencia interpretativa ante la escena de la Duda de Santo Tomás que ante una inscripción jeroglífica egipcia. Quizá, como el asno cargado de sándalo, sepan lo que pesa; pero no lo que vale.
Si con este esfuerzo (placentero en lo personal) logro suscitar el deseo de saber, será sin duda misión cumplida.
"Siempre queda fragancia en las manos de quien regala rosas"
Para concluir, ofrezco algunos detalles de elementos existentes en el claustro. Bajo estas líneas muestro el ala norte, desde la puerta de las Vírgenes. En su mitad (mitad original) se enterró el cuerpo de Santo Domingo. Allí persiste la tumba antropomorfa que lo contuvo. Sobre ella una reja y encima, sustentada por tres leones, la lápida que cubrió su primitivo sepulcro, obra del siglo XIV. Tras ella, en el muro norte hay una capillita del siglo XIII con escena de la milagrosa redención de los cautivos y los exvotos de éstos en forma de cadenas.
Muestro también un par de detalles para recordar la forma visual de distinguir a grandes rasgos la obra de los dos principales maestros del claustro.
Bajo estas líneas, las columnas separadas y panzudas sobre las que eleva su obra el primer maestro. También sus basas.
Y a continuación las del segundo maestro: perfil recto, muy juntas y con pequeños monstruos en sus basas.
En el ángulo noreste del claustro, junto al acceso a la iglesia hay una escultura monumental de la Virgen de Marzo. Virgen sedente, de una sola pieza de arenisca, de tradición románica en su hechura, velada y coronada, datable hacia el último tercio del siglo XIII. La policromía de su rostro le añade belleza a su hierática expresión.
Cubre el claustro inferior un alfarje mudéjar fabricado tras el incendio que en 1384 destruyó la primitiva cubierta del mismo. A finales del siglo XIV, musulmanes residentes en Silos (mudéjares, pues) lo fabricaron, decorándose con variados motivos con estilo ya gótico lineal. Su gran variedad haría necesaria una monografía exclusiva dedicada al mismo, que excede de mi intención. Sin duda es el complemento ideal de este emblemático claustro.
