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LA GUÍA DIGITAL DEL ARTE ROMÁNICO Webmaster: A. García Omedes - Huesca (España) |
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-VIÑÓN. IGLESIA DE SAN JULIÁN (Cont.)- |
UTM 30T 303768 4811110 170 m. |
(ASTURIAS) |
Liber Testamentorum Ecclesiae Ovetensis
Se trata de un códice medieval, un cartulario o libro donde se copiaban documentos recibidos de instituciones o de figuras relevantes (reyes, papas, etc) y al que se le añadían preciosas miniaturas.
Es reelaborado por el obispo Pelayo de Oviedo, en caligrafía visigótica para parecer más antiguo aún, para recoger todos los documentos relacionados con la situación legal de su diócesis junto con otros referentes a su historia y a sus posesiones.
Hasta aquí todo parece muy correcto……….no obstante habremos de leer unas notas escritas por los historiadores pues dicho obispo Pelayo logró desatar pasiones, unas a su favor y otras francamente en contra. Para unos, todos los documentos de este famoso Liber son verdaderos……para otros, gran parte de los mismos son falsos.
Nos situamos en el Oviedo del siglo XII, donde quien lleva las riendas de la diócesis desde 1101 a 1153 es el obispo Pelayo. La ciudad ya no ostenta la categoría de antaño: de capital del reino, con el traslado de la corte a León, pasa a caer en un activo olvido, algo que el obispo no está dispuesto a permitir. A su vez, los arzobispados de Toledo y de Braga (Portugal) reclaman para sí la anexión de la diócesis ovetense (con su patrimonio, claro).
“el obispo reelaboró, por razones políticas y de independencia de la sede ovetense (…) la documentación de aquélla mandando trasladar los privilegios antiguos o estropeados a un cartulario nuevo, mostrando así su antigüedad e importancia (…) Gran parte de la crítica, sin pruebas claras, ha acusado de falaz y manipulada la documentación presentada por Pelayo (…) sin detenerse a comprobar los textos que sirvieron de base a este cartulario (…) debe tenerse en cuenta la época y que textos con interpolaciones y modificaciones eran un hecho frecuente tanto en crónicas como en cartularios desde inicios de la Edad Media (….) para la búsqueda exhaustiva de documentos que aseguraran la primacía de la Iglesia asturiana, Pelayo debió basarse, a veces, en fuentes ya corruptas, sin tratar, por ello, de realizar una falsificación intencionada”. (Extraído del artículo “UN CÓDICE PARA LA REINA: EL LIBRO DE LOS TESTAMENTOS”, Carlos Miranda García-Tejedor).
“En los cartularios se transcriben los documentos recibidos por la institución, normalmente para preservar los derechos adquiridos o propiedades (…) La voz cartulario deriva de “carta”, o más bien de “cártula”, y equivale a colección de documentos (…) Parece seguro que un primer significado fuera equivalente a archivo
(…) José María Fernández Catón se ha ocupado de estudiar el origen de algunos de los cartularios hispanos más antiguos, que explica por dos razones diferentes. La primera es la ilegibilidad de la escritura visigótica por los clérigos, una vez que ésta es sustituida por la gótica (…) la segunda razón que aporta este autor, la inestabilidad política de los reinos castellano y leonés, que aconsejaba hacer una copia de seguridad de los pergaminos sueltos. Se intenta así dar un fundamento más seguro a las propiedades de las iglesias y, si acaso, recuperar las perdidas en diferentes guerras (…) el Liber Testamentorum (…) códice escrito en visigótica, por lo que la causa debió de ser más bien la segunda de las aludidas, aunque no fue la única sin duda.(….) Otro de los hechos que da origen a los cartularios es el deseo de ostentación de sus comitentes. Es notorio que las sedes ovetense y compostelana tuvieron este objetivo al elaborar sendos cartularios (Liber Testamentorum y Tumbo A) dotados de numerosas miniaturas y adornos, que no pretendían sino mostrar la grandeza y riqueza de sus prelados (…). Hablamos del deseo de recordar hechos memorables, pero tampoco hay que olvidar el caso contrario, la ambición de la creación de una nueva memoria y la legitimación de una nueva situación, olvidando u ocultando la anterior. El olvido en ocasiones es necesario para conservar lo que de verdad vale la pena, por ello los documentos de los cartularios son elegidos. Pero también este olvido es intencionado en ocasiones, pues lo que se pretende es crear una nueva memoria histórica tapando y olvidando aquello que no interesa o que incluso molesta. Este hecho pudo llevar también a la desaparición de los originales. Asimismo puede ser el culpable de la introducción de diplomas falsos o interpolados en los cartularios, cosa que sucedió, por ejemplo, en los de Santillana, Oviedo, Santiago o Lugo. En especial en la primera mitad del siglo XII. Esta época parece ser un momento de reformas en el que se asientan propiedades y se consolidan situaciones nuevas, que se justifican con los documentos de los cartularios, a veces de forma fraudulenta”. (“ORIGEN Y FUNCIÓN DE LOS CARTULARIOS HISPANOS”, Carlos Sáez).
“No fue don Pelayo el único falsificador de la historia del scriptorium catedralicio. Y algunos de sus sucesores también utilizaron argumentos espúreos -quizá también por escrito- para la consecución de unos fines legítimos o no. Así lo comprueba, en 1261, Alfonso X quien anula un supuesto privilegio concedido por Fernando III a la Mitra en el que el rey Santo otorgaba derechos de control sobre las elecciones de los oficiales concejiles. Alfonso X daba la razón al personero del concejo en que tal privilegio, no era sino “carta que fuera ganada callando la verdad” y con sus propias manos la rompe (…………) pretensiones que sobre Oviedo tenía el obispo Don Pelayo (…) nada mejor que analizar la utilización que nuestro obispo hizo del “testamentum” de Alfonso II a San Salvador. Comparemos, si no, las dos versiones del testamento del Rey Casto:
La primera de ellas, la más cercana a la realidad de tiempos del rey, es la copia (…) quizás finales del siglo IX o comienzos del X (…) “Ofrecemos el atrio vallado de muro que alrededor de tu casa, con tu auxilio, hemos ultimado” (……….)
La segunda versión del famoso “testamentum” del rey Casto es la que se copió en el “Libro de los Testamentos” y presenta una ligera pero significativa interpolación que amplía el recinto amurallado –del atrio a la urbe toda- y con ello lo donado por el rey (…) “Ofrezco el atrio que está en derredor de tu casa, la ciudad entera que, junto con la muralla que la rodea, ayudándonos tú, hemos ultimado”. (………….) cuando “retoca” la voluntad de Alfonso II (…) don Pelayo exhibe sus aspiraciones al dominio de la urbs, extendida fuera de dicho atrio (…). La descarada manipulación que hace Don Pelayo del testamento de Alfonso II (…) Pelayo no fue una excepción sino el paradigma de los obispos de su época en todo el occidente: obispos ambiciosos, con gran habilidad política y muy imbuidos del espíritu de la Reforma Gregoriana que defendía a ultranza la superioridad del clero y de la iglesia”. (“LOS ORÍGENES DEL PODER EPISCOPAL SOBRE LA CIUDAD DE OVIEDO EN LA EDAD MEDIA”, Juan Ignacio Ruiz de la Peña Solgar, Soledad Beltrán Suárez).
“A lo largo de su larga ejecutoria ministerial y señorial funciona en Oviedo un scriptorium episcopal o capitular del que salieron importantes obras, copiadas en dos manuscritos misceláneos distintos: uno, quizá el más famoso por su belleza formal, sus miniaturas, su preciosa minúscula visigoda y, sobre todo, por sus falsificaciones, se le conoce como Liber Testamentorum: su contenido, un conjunto de diplomas, muchos reales, con donaciones a favor de la sede ovetense.
Cuando finalizábamos nuestro trabajo sobre este precioso manuscrito, las conclusiones que formulábamos podrían parecer desalentadoras: « Examinados críticamente cada uno de los 87 documentos, el balance final resultante parece increíble. Según nuestro criterio, contabilizamos 25 falsificaciones, 28 interpolaciones formales, 14 interpolaciones formales y de fondo, 6 documentos dudosos y sólo 14 plenamente auténticos. »
(…..) Las interpolaciones y las falsificaciones también abundan en (…) obra pelagiana, y algunas de ellas, las más llamativas, han servido para que algunos autores hayan visto en Pelayo a un simple fabulador o falsificador. Sin embargo, leídas todas ellas de forma adecuada y en el contexto histórico, en el que desempeñó sus actividades de diplomatista, de historiador, de obispo y de señor feudal, la valoración de conjunto tiene que ser, necesariamente de otro tenor, y no dudamos en considerarle en nuestros trabajos como el verdadero creador de la diócesis de Oviedo y el primer asturianista culto de aquella época.
En efecto, Pelayo emplea lo mejor de sus energías y de su genio en la defensa de los intereses eclesiásticos y feudales de la mitra de San Salvador.
(…)Además, se ve obligado a intervenir en otro frente complicado aquellos años: el de la delimitación precisa de los límites jurisdiccionales entre obispados recién creados o simplemente restaurados entonces. (…) no todas las reivindicaciones pelagianas se vieron coronadas por el éxito, pero una buena parte de las comarcas exigidas, cuyos límites rebasaban, con mucho la cordillera Cantábrica, permanecieron unidas al obispado de Oviedo hasta el año 1954.
(…) elabora un imponente conjunto diplomático, a base de plantillas o de formularios de su propia cosecha. Con esa documentación falsa o interpolada trata también de poner las bases documentales y jurídicas de un dominio feudal amplio, el de su propia mitra, (…)” (“ESPACIO Y TIEMPO EN LA CONSTRUCCIÓN IDEOLÓGICA DE PELAYO DE OVIEDO”, Francisco Javier Fernández Conde).
“de ser cierta esta tesis en la que se afirma la invención, la interpolación y la falsificación de tantos documentos, se seguiría, como conclusión inmediata, que toda nuestra historia altomedieval, gloriosa, casi única y real, queda convertida en pura superchería y que nuestra Iglesia habría sido (y lo sigue siendo, ya que de sus rentas vive) la mayor ladrona no sólo de Asturias sino de España. El Obispo D. Pelayo habría engañado al pueblo, a la nobleza (duques, condes y potestades), al clero (sacerdotes, obispos, arzobispos), a los reyes y a los papas, a todos los historiadores contemporáneos y posteriores durante muchos siglos, ya que siendo ciertas sus invenciones habría conseguido títulos, fincas rústicas y urbanas y otras posesiones en Galicia, en Santander, en Palencia, en León, en Zamora, y esto por si fueran pocas las asturianas. Pero, como esto no puede ser cierto, habrá que buscar el error de estas afirmaciones.
(…) aceptar la documentación del obispo ovetense, porque él, aunque recoja falsedades, no las inventa, como reconoce Menéndez Pidal. Pelayo tiene ciertamente los errores propios de la época y de otros autores, como todos los tenemos, pero excluyendo siempre la mala intención o el deseo de engaño.
(…)Sin embargo, yo, aunque no sea tan especialista en esa materia, tengo que poner un pero muy grande que arranca de mi principio fundamental: Es imposible que un obispo del siglo XII invente documentos que van de acuerdo con los monumentos, con la topografía, y con otras relaciones episcopales. Y la solución está en la investigación, en la confianza en nuestros antepasados como el obispo D. Pelayo y en la comprobación de la ligereza con que, por los prejuicios, se procede al tiempo de emitir los juicios.
(…)Aún está a tiempo el autor de la tesis para corregir sus errores y para dejar de contribuir a que otros los mantengan. Y, aunque no incurrirá en la ira de Dios ni en los demás anatemas citados porque quiero, suponer que no procede de mala fe y porque le falta la advertencia plena, a partir de estas noticias puede quedar sentenciado si persiste en la contumacia”. (“EL OBISPO DON PELAYO, CLAVE PARA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE ASTURIAS”, Vicente J. González García. El autor de este artículo discute las tesis del historiador asturiano J. Fernández Conde referidas al Obispo Don Pelayo, contenidas en su tesis doctoral, publicada en Roma (CSIC, 1971) “El libro de los testamentos de la Catedral de Oviedo”).
“de cara a su obra y frente a su personalidad, pocos han sido los eruditos que sine ira et estudio no han mantenido postura definitiva a favor o en contra, sin distinción, de nuestro egregio historiógrafo altomedieval astur.
(…) Como muestra de los eruditos citados podemos citar a Ambrosio de Morales, Prudencio de Sandoval, Flórez, Risco, Antonio Blázquez y Delgado Aguilera, L. Barrau-Dihigo, C. Sánchez Albornoz, J. Fernández Conde y últimamente (…) V.J. González García, por enumerar algunos de los más significativos. Como decíamos, para alguno de aquellos estudiosos el obispo ovetense había sido el más probo de nuestros cronistas medievales, mientras que para otros se trataba de uno de los mayores falsarios de la historia peninsular.
(…) ¿Por qué —según no pocos eruditos— Pelayo, obispo de Oviedo, hubo de
falsificar la historia manejando sin escrúpulos documentos regios y venerados, inventando otros, y por qué tuvo que empeñarse en confeccionar una obra historiográfica que no sólo pretendía dar cuenta de lo acaecido en el solar cismontano sino que comprendía toda la historia peninsular y occidental? Parece que la respuesta ha de estar, en parte, en la situación conflictiva en que la sede ovetense se encontraba
(…)Estos materiales, expuestos diacrónicamente, fueron interpolados por Pelayo, trabados con noticias que buscaba afanosamente. Ahora bien, por interpolar no debemos entender necesariamente falsificar”. (“PELAYO DE OVIEDO, SIGNO DE CONTRADICCIÓN”, Emiliano Fernández Vallina).(…) “Tradicionalmente, la crítica pelagiana se ha desgastado en juicios «morales» en torno al historiador, basculando entre la condena más severa a su «inclinación manipuladora» y el elogio exacerbado a su ingenuidad historiográfica.
(Destaca, entre los impugnadores, Flórez (1749: 195-252 y XIII: 288-91), y entre los defensores, reconocido como el gran valedor de la buena fe del obispo, Blázquez (1908b, 1910). Es probable que en las motivaciones de sus primeros detractores (Pellicer, Nicolás Antonio, Ferreras; cfr. Fernández Vallina 1995: 313-314) hubiera pesado el vehemente debate intelectual que suscitó durante el s. XVII la génesis y circulación de los célebres falsos cronicones (véase, para estos textos, la magnífica obra de Godoy Alcántara 1868).
(…) los textos de contenido historiográfico (más o menos manipulados a favor de la iglesia y diócesis ovetense) (…)” (“EL CHRONICON MUNDI DE LUCAS DE TUY (c.1238): TÉCNICAS COMPOSITIVAS Y MOTIVACIONES IDEOLÓGICAS”, Enrique Jerez Cabrero, tesis doctoral).
“Además es conocida la bien merecida fama de don Pelayo, obispo de Oviedo (1098-1129 y 1143-1153), como falsificador de diplomas e interpolador de documentos y crónicas” (“EL CONDADO DE CASTILLA, 711-1038: LA HISTORIA FRENTE A LA LEYENDA”, VOLUMEN 2, Gonzalo Martínez Díez).
“Por una vez, el obispo Pelayo de Oviedo (…) no fabulaba”. (“SAN VICENTE DE ÁVILA EN EL SIGLO XII: LA RESTAURACIÓN DE UN LOCUS SANCTUS”, Daniel Rico Camps).---------------------------------------------00000-----------------------------------------------------
(Fotografías y texto: Covadonga Cañas
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