Las dimensiones del templo son notables: su fachada, de extremo a extremo de
torres, mide alrededor de cincuenta y cinco metros. Y son cincuenta y siete los que se cuentan desde el hastial
de poniente hasta el exterior del ábside central. Veintiuno son los que ocupa el ancho de la triple nave
y treinta y tres los que mide el lado externo del claustro añadido a principios del XIII al lado sur del
templo.
Pero lo que le da el toque de excepcionalidad así como su belleza
plástica
y fotogenia, es la galería de arquillos sobre columnas pareadas y machones con sus respectivos capiteles
que podemos admirar en lo alto del cilindro absidal. Como si de una elevada prolongación del claustro se
tratase (Imágenes 2, 3 y 8).
Es una forma de hacer que no tiene precedente en la península y que podemos ver en Alemania: catedrales
de Spira y Maguncia, Italia: baptisterio de Parma, o Francia: Saint-Guiherm-le-Desert, todas ellas de evidente
influjo lombardo al cual no debe de ser extraño el constructor nominado "Lambardo", acaso
definitorio de su lugar de origen. En lo hispano, quizá el antecedente formal, del primer románico,
podríamos intuirlo en Santa María de Ripoll o en el propio monasterio de Obarra en Huesca, con
ese friso de arquillos a modo de falsas ventanitas coronando sus respectivos ábsides.
El paseo sobre el ábside central se prolonga a ambos lados, ya en el espesor
del muro, por encima de los absidiolos del transepto constituyendo a la vez un magnífico lugar de observación
y defensa de este templo-fortaleza.