"La
luz, proviniente básicamente del cimborrio, la capilla mayor y la
puerta meridional abierta le procuran el ambiente y relieve exactos. Lo
mejor es estar solo, quieto y en silencio para absorber tanta belleza." Esto dice,
cargado de razón Cayetano Enríquez de Salamanca el la página
49 de su libro "Rutas del Románico en la Provincia de Palencia".
Algo parecido
esperaba percibir e intentar captar; pero el templo (en mi primera visita) más parece un
parque de atracciones. Se habían ocluido cuidadosamente sus vanos para eliminar
toda luz y permitir un mejor disfrute de un "audiovisual".
Al turista se le "coloca" en el centro de la nave y en la penumbra
van siendo proyectadas escenas sobre los muros del templo a la vez que intensas
voces de fondo describen lo que se ha de ver. Todo ello
al amparo del centenario de la conclusión de su reconstrucción
(1896-1904) en la que
según refiere el tríptico elaborado para guía del visitante:
"Prácticamente todo el edificio
fue desmontado y remontado al mismo tiempo, sustituyendo numerosas piezas
por otras nuevas, solo algunas marcadas por la preceptiva "R".
Parte de la escultura original desapareció, recogiéndose otra
en el Museo de Palencia"
Mala suerte!
Podían haber montado una sala de proyección fuera del templo,
en cualquiera de las garitas en que muestran fotos antiguas y allí
flagelar al incauto turista ávido de sensaciones auténticas
medievales con kilovatios de luz y sonido y permitir la contemplación
del lugar en sosiego, con la iluminación que describe E. de Salamanca
sin tener que sufrir los potentes focos que ciegan cuando tratas de contemplar
el capitel al que apuntan... En fin, un
desatino. Y para colmo, el ábside sur ha sido camuflado con cortinillas
rojas para albergar la maquinaria electrónica fuente de tanto ruido y destello.
En el 2005,
libre ya de los fastos del centenario, volví a Frómista porque
la verdad es que se trata de un templo para volver muchas veces y pude
obtener imágenes "dignas" de sus espacios, volúmenes
y esculturas. Con ellas actualizo este espacio.
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El templo
se organiza al interior en tres naves, de mayor altura la central, segmentadas
en transepto y cuatro tramos definidos por cuatro pares de pilares cruciformes
con semicolumnas adosadas que rematan en capiteles historiados sobre los
que descargan fajones y formeros (Ver planta). Cierran al
este por medio de sendos cilindros absidales que cubren con bóvedas
de cuarto de esfera los laterales y cuarto de esfera precedido de medio
cañón presbiteral el central. Los fajones en su embocadura
tienen función de arco triunfal (Imagen
4) y en el caso del central es a su vez arco toral
que contribuye a sustentar la cúpula.
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Sobre los
cuatro arcos torales se pasa del cuadrado al octógono por medio de
cuatro trompas que decoran con esculturas reproducidas
de los Tetramorfos (Imagen 3). Entre cada dos trompas, un lienzo
con ventanal y sobre el conjunto, la perfecta bóveda de media esfera.
La clave de esta bóveda, apenas visible a simple vista, da noticia
de la restauración del templo en 1901 por D. Manuel Anibal, reinando
Alfonso XIII (Ver imagen).
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Una imposta
ajedrezada recorre todo el templo a la altura de la unión de paramentos
verticales y bóveda en la nave central, y por debajo del nivel de
los ventanales en las laterales. En los cilindros absidales dos impostas
enmarcan los ventanales, que curiosamente son de sencilla hechura, fuertemente
derramados en su zona inferior y sin ningún tipo de ornamentación. Ciertamente
choca la austeridad de los vanos de la cabecera con la profusión
de decoración, sin que ello la haga sentir recargada, del resto del
templo.
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En el interior
de la linterna, también hay decoración de ajedrezado: una
línea contínua de él enmarca el cuadrado bajo el arranque
de las trompas y otra octogonal el arranque de la bóveda. En medio
de ambas decoración discontinua sobre la terminación de las
trompas (Imagen 3). Todo ello
viene a incidir sobre la uniformidad del proyecto que se concibió
de una sola vez y fue ejecutado en un corto periodo de tiempo. Lo suficiente
para que no hayan quedado señas de parones, vacilaciones o cambios
de estilo en su fábrica.
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En los respectivos
ángulos del muro de cierre achaflanados, se abren los vanos de medio
punto que permiten el acceso a las escaleras de caracol del interior de
las torrecillas que enmarcan su hastial de poniente. En el del
lado norte, hay un interesante tímpano decorado con un crismón
arcaico; de los denominados por Matarredona y Olañeta "Cristológicos".
Se caracterizan por carecer del símbolo "S" en la zona
inferior del símbolo "RHO" (Imágenes 14 y 15). Se inscribe
en doble círculo concéntrico, cuya porción superior
del externo, queda oculta bajo las dovelas del vano que lo enmarca. Por su hechura
induce a pensar en reutilización; pero se da la circunstancia, solo
apreciable si se coloca uno bajo su dintel, de que la pieza en que está
tallado es convexa, adaptada a la hechura de la torrecilla y por tanto,
diseñada para esta ubicación.