El capitel es ante todo
un elemento estructural en la arquitectura. Por medio del mismo se agrupan
empujes de paramentos o bóvedas canalizándolos hacia la estructura
que lo sustenta, por lo general una columna aun cuando también pueda
ser pilar o pilastra. El Arte Románico, al
igual que lo hicieran en el Imperio Romano, utiliza modelos clásicos
adecuándolos a sus necesidades. Y en lo tocante al capitel sigue
el modelo del orden corintio. El capitel corintio se caracteriza por poseer
ábaco, cesta o equino provista de volutas en sus ángulos y
decorada a base de hojas de acanto, y un astrágalo -también conocido impropiamente como collarino- en
la zona de contacto con el fuste de la columna. Bajo
estas líneas, un dibujo de Claude Perrault de 1683 que ilustra de
forma artística la morfología del capitel Corintio.
El maestro de Jaca, escultor de tremenda expresividad clásica que traslada a sus capiteles, esculpe en muchos de ellos el modelo de capitel corintio con dos filas de hojas de acanto y un tercero dominado por las volutas, pero además en muchos de sus capiteles tanto vegetales como historiados añade un elemento que Gaillard ya en 1938 definió como "gros piton" (detalle en la imagen inferior derecha). Es el pitón de ángulo o pitón jaques, verdadera firma de su taller que en 2018 identifiqué como la espiga floral del acanto.
Además de ser un
elemento estructural, como se ha indicado, el capitel es uno de los elementos
arquitectónicos en que el artista románico va a esculpir los
mensajes que le son encomendados. La cesta del capitel, fundamentalmente,
va a ser vehículo de comunicación entre la doctrina oficial
del momento y los hombres a quienes va destinado el mensaje. También
los cimacios ofrecen soporte a decoración tanto vegetal como
figurada. Mensajes que se adaptarán a su forma según la ley
de la adaptación al marco a la vez que cumplirán la ley de
simetría originando formas de gran belleza plástica. Verdaderas
páginas escritas en la piedra a través de las cuales el iletrado
hombre medieval toma conciencia del Antiguo y Nuevo Testamento, de los tormentos
que le aguardan si no sigue la ortodoxia y de todo un mundo de imaginario
seres monstruosos que le acechan dispuestos a atormentarlo.
Bajo estas líneas
muestro dos grandes capiteles que se hallan en la catedral de San Pedro
de Jaca. A pesar de que hay una notable diferencia entre ellos, ya que el
de la derecha es de sección circular, el esquema general sigue siendo
corintio. Volutas en sus ángulos o equivalentes, y hojas vegetales
en las cestas, más o menos abigarradas. Y los astrágalos,
tanto liso como sogueado, cumplen la norma.
Las cestas de los capiteles
románicos muestran motivos variados, alejándose de la norma del Orden
Corintio. Formas esculpidas que animan su hechura transmitiendo ideas, a
veces evidente y otras no tanto, quedando su mensaje abierto a interpretaciones
subjetivas. O quizá su mensaje se haya quedado sin receptor adecuado
al no saber nosotros escuchar su palabra. Pero por
lo general suelen conservar la semejanza con el capitel corintio del que
toman el modelo. Como ocurre en el bello capitel jaqués que adorna
el ábside de la iglesia de San Pedro en el Castillo de Loarre. Un
primer nivel de tallos vegetales a modo de helechos, de los que algunos
suben y se enroscan formando volutas. Y un segundo nivel decorado con leoncitos
completa su decoración. (Ver interpretación de este capitel).
Otro antecedente formal
lo constituye el mundo visigodo, que también vuelve la mirada a lo
clásico para motivar su decoración. San Pedro de la Nave en
Zamora, templo rescatado de su destino subacuático por la edificación
de un embalse, conserva unos maravillosos capiteles en los que reconocemos
sin dificultad la escena de Daniel en el foso de los leones, y una composición
que veremos mil veces repetida en el románico: aves opuestas con
el cuello vuelto hacia la línea media para picotear un fruto.
En una fase precoz del
románico, cuando Cluny todavía no ha triunfado, podemos hallar
capiteles de tremenda rudeza que se salen de las normas descritas. Una
de las características del primer románico o lombardo es la
ausencia de decoración esculpida. En este momento los capiteles son
rudas zapatas que transmiten el empuje de la estructura. Abajo a la izquierda,
un ventanal geminado en la galería de la Torre de la Reina en Loarre
(Huesca). El astrágalo se ha trasladado al fuste de la columna.
En el monasterio de Obarra
(Huesca), las columnas de la portada tienen capiteles de aspecto arcaico.
No sobresalen del perfil de la arquivolta, ni de la columnilla entre las
que se interponen. Y lucen una somera decoración a base de relieves que se
enrollan en lo alto. Quizá vieron las volutas clásicas; pero
no acertaran a reproducirlas.
Otro eslabón en
esta cadena lo encontramos en el templo de San Vicente de Labuerda (Huesca).
Templo de hechuras del XII, pero que al igual que ocurre en la no muy lejana
Ainsa, posee capiteles probablemente procedentes de una edificación
anterior. La imagen bajo estas líneas muestra los capiteles del lado
este de su portada. Rudos, atípicos pero cumpliendo su misión
y transmitiendo un mensaje. Esculpidos directamente
sobre el extremo superior del fuste en el que en alguno se labró
falso collarino, sus formas geométricas recuerdan una cara con gran
boca un conjunto de tres elementos y una flor hexapétala. Tan primitivos
como inquietantes.
En Leyre, la rudeza y rotundidad
de su capitel más emblemática de la cripta -abajo a izquierda-
no impide adivinar el esbozo de volutas del modelo corintio. Y a su lado,
en imagen del claustro de Roda de Isábena, el ábaco con forma
de zapata, ya luce decoraciones y se alza sobre cesta con motivos escultóricos.