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El madero de la cruz es representado con sus nudos, sin desbastar. Asienta sobre el sepulcro de Adán, que la leyenda hacía descansar en el Calvario. De alguna manera es la metáfora de Cristo con su árbol -la cruz- redimiendo y resucitando a Adán que -"murió" por otro árbol- en representación de la humanidad. El temblor del Calvario se ha representado por una serie de rocas inestables, a modo de olas sobre las que pisan los actores de este drama.
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En lo alto de la escena, ocupando el tímpano, vemos sendas alegorías del Sol y de la Luna con sus nombres epigrafiados en lienzos. En su entorno tres ángeles turiferarios completan el cuadro (Imagen 2). Por encima del arco de medio punto corre una epigrafía que dice así: "HIC OBIIT: HEC PLORAT: CARVS DOLET: IMPIVS ORAT" (Éste muere, ésta llora, el amado se duele, el impío reza)
5
El machón situado en el ángulo noroeste es el último que decora el primer maestro del claustro. La temática de las esculturas existentes en sus dos caras está centrada en la Resurrección de Cristo. En la cara norte muestra el episodio del encuentro de Cristo con los discípulos de Emaús. Sigue utilizando el marco general de los anteriores; pero en esta ocasión las tres figuras esculpidas en el mismo le aportan una grandeza artística soberbia. Es una escena llena de plasticidad y movimiento en la que Cristo es representado con unas dimensiones superiores a las de los otros dos personajes, indicando así su superioridad jerárquica. Tan es así que se sale del marco compositivo.
6
El brazo derecho de Cleofás, situado a su lado, en diagonal, junto con la parte inferior de su túnica, traza una línea oblicua ascendente que lleva insensiblemente la mirada al centro de atracción que es la cara de Cristo. Se le muestra como peregrino a base de añadir a su zurrón las conchas típicas de los caminantes jacobeos (Imagen 7). Pero también con atributos de dignidad como el gorro frigio y el pequeño bastón de mando que porta.
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Los pliegues planchados de las vestiduras siguen lo visto hasta ahora; pero sin la profusión de angulaciones en sus bordes libres vistas en las escenas del entierro y del descendimiento. La expresividad y el cuidadoso trabajo de estos tres rostros es uno de los mejores trabajos de este maestro. A destacar el hecho de que trabajaba las pupilas rebajándolas para después añadirles piezas de azabache. La figura situada más a nuestra izquierda, todavía conserva los azabaches originales que añaden expresividad a su mirada (Imagen 10).
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Es este segundo discípulo de Emaús quien queda a un lado, tras Cleofás, guardando reverentemente las Escrituras mientras asiste al diálogo entre ambos.
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