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Recientemente (julio de 2009) en los Cursos
de Verano de la Universidad de Zaragoza en Jaca he escuchado al profesor
Bango Torviso señalar que en Santiago, con la nave sin acabar de
edificar, existió un serio problema estructural consecuente a la
inclinación del terreno desde la cabecera hacia los pies del templo
que hacía temer por su ruina. De este modo, la tarea asignada a Mateo
en 1168 -más arquitecto que escultor románico- debió de ser
la de frenar el proceso de ruina del templo y lo hizo erigiendo un espectacular
contrafuerte a poniente consistente en cripta, pórtico y torres
que junto a los últimos tramos de la nave, "clavaban"
los pies del templo para detener el empuje de la obra hecha propiciado por el notable desnivel del terreno.
Solo desde esa perspectiva es lícito
perdonar a Mateo por privarnos de la portada de la Transfiguración
de Cristo. Quizá él también, consciente de ello,
se representase en la figura del "Santo das croques" esculpido
tras el parteluz, mirando al Santo Patrón e implorando su perdón.
Lo cierto es que, siguiendo a Cobreros,
entiendo que la gran obra escultórica de Mateo en este Pórtico
es sin duda un necesario añadido gotizante a la obra románica
original, magnífica en lo descriptivo; pero plana en lo simbólico
"Triste gloria la de quien comienza a banalizar el arte
interponiéndose con su interpretación personal entre el
Creador y lo creado" (J. Cobreros).
En mis vistas a Santiago en el verano
de 2009, el Pórtico de la Gloria se halla "secuestrado"
tras una estructura de andamios que con la excusa de plantear análisis
de la situación y medidas para frenar su deterioro está
siendo fuente de vivas polémicas y controversias. Una fundación
ha asumido el proyecto, que de momento nos ha ocultado el pórtico
y al parecer durante largo periodo que incluirá el próximo
año jacobeo.
La visita desde la estructura añadida
está gestionada por la mencionada fundación. Gracias a la
inestimable ayuda del jesuita D. José López Calo, erudito
musicólogo y figura indispensable en la recreación de los
instrumentos musicales que portan los ancianos de esta portada y amigo
de mis amigos en la catedral de Huesca, pude acceder y tomar algunas imágenes
desde los andamios. Desde aquí, mi gratitud.
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Como imagen de conjunto, en cabecera, y dada la imposibilidad
actual de foto en perspectiva, muestro el dibujo de E. Mayer que el profesor
Yzquierdo Perrín muestra en su artículo "Intervención
del Maestro Mateo en Santiago de Compostela" publicado en el número
4 -junio 2007- de la revista "Románico" editada por la
Asociación de Amigos del Románico.
En el citado artículo, transcribe
la inscripción epigráfica de los intradoses de sus dinteles:
"En el año de la Encarnación del Señor
de 1188, de la era 1126, en el día de las calendas de abril, los
dinteles de los pórticos principales de la iglesia de Santiago
fueron colocados por el maestro Mateo, que ejecutó las obras desde
los fundamentos de estos mismos portales"
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En este pórtico diseñado
por Mateo y ejecutado por diversos maestros escultores de su taller, se
trató de mostrar una visión del mundo tal como era entendido
en la época medieval.
En el arco central, sobre columna que
contiene el árbol de Jesé o de la genealogía de Cristo
(primera vez que se labra el tema en España) encontramos a Santiago,
el más cercano a Cristo que rodeado de evangelistas, ángeles
y músicos se muestra en la gloria de la segunda venida al mundo
en el momento del Juicio Final. Apóstoles, profetas, personajes
bíblicos, monstruos, condenados.. desde columnas y arquivoltas
logran el fin perseguido con esta espectacular obra: asombrar al peregrino
que hasta aquí llega.
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El tratamiento naturalista dado a las
esculturas de este pórtico hace que rompa con el espíritu
románico del templo a pesar de su espectacularidad e integración
arquitectónica en el mismo, logros del genial arquitecto que fue
Mateo.
Sin embargo, la supuesta espiritualidad
reflejada por Rosalía de Castro en el "falan quedo" no
traduce sino la despreocupación y la artificiosa naturalidad de
una bien lograda colección de figuras que no tienen nada que decir
en el campo de la simbología románica.