Al interior el templo
de Irache transmite una majestuosa serenidad y también una sensación difícil
de expresar con palabras. Es un "deja vu". Porque
es una sinopsis de lo que he estado recorriendo tras la búsqueda
del maestro de Agüero por diversos territorios de la España
románica. Templo que en soledad
y desde debajo de su coro nos muestra la impresionante perspectiva
de la imagen 1. Las grandes pilastras cruciformes
con semicolumnas adosadas languedocianas jalonan y articulan su interior
con rotundidad conformando un bosque de luces y sombras que sobrecoge.
Y la luz que desde
la cabecera parece señalarnos el camino de oriente. Los tres
vanos y cinco óculos del ábside central sumados a los
grandes óculos que abren a la nave transepto propician una
inusual iluminación a esta cabecera románica que sin
duda atrae e invita a peregrinar desde la oscuridad del hastial de
poniente hacia la claridad del ábside central. El camino hacia
la luz. El trayecto hacia la comprensión sumado al deseo de
que encajen tantas piezas sueltas de este delicioso puzle como llevamos
ya recogidas.
Sobrepuesto de las
sensaciones subjetivas y ya en terreno de lo formal, constatamos la
existencia de tres naves paralelas, más alta la central, de
tres tramos cada una delimitados por tres parejas de grandes pilastras
cruciformes con semicolumnas adosadas y columnillas acodilladas sobre
las que voltean fajones y formeros apuntados así como las nervaduras
de las crucerías correspondientes a cada tramo. Por delante
de estas naves está el transepto, luminoso, que no sobrepasa en planta
la anchura de las tres naves paralelas y al que abren los tres ábsides
de la cabecera del templo (Ver
planta).
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Los tres ábsides
están precedidos de un arco triunfal compuesto por doble arco
apuntado que apea en pilastras y en semicolumna adosada coronada por
capiteles decorados. Sobriamente decorados al interior los laterales
en los que hay que mencionar sus vanos con arquivolta y capiteles
decorados, así como las impostas: dos de una hilera de tacos
en el sur y una sola al norte, a base de triangulitos. El central,
espléndido, lo veremos en detalle más adelante.
La nave transepto
(Imagen 7) posee a ambos laterales sendas bóvedas
de eje perpendicular al mayor del templo reforzadas por nervaduras
(Imagen 8) en cuyo cruce hallamos esculturas que
muestran el bautismo de Cristo al norte y la lapidación de
san Esteban al sur. El crucero muestra
cuatro arcos torales apuntados y doblados sobre los que cuatro trompas
de hechura moderna permite el paso al octógono y el asiento
de una bóveda de media esfera, también moderna. Bajo
las trompas se sitúan las imágenes de los cuatro evangelistas.
Las naves paralelas
se organizan en tres segmentos delimitados por fajones apuntados y
en cada uno de los que hay bóveda de crucería con medallones
decorados en sus claves (Imágenes 9, 12 y 13 a 15 ).
Todavía en la nave central hallamos claristorios que contribuyen
a la iluminación interior del templo.
En el lado muro del
tramo central de la nave norte hay un vano de medio punto derramado
y decorado con sendas columnillas que posee la particularidad de tener
un parteluz a modo de cuña de amplia base hacia el exterior
y columnilla en su biselado extremo hacia el interior del templo (Imagen18).
Este tipo de vano pone el templo en relación con Santiago de Agüero o Santo Domingo de la Calzada. Bajo el mismo encontramos
un sarcófago gótico bellamente decorado con escenas
del entierro de su titular el abad Arnaldo, sucesor de San Veremundo
(Imagen 19).
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