1- Materiales Edificativos.-
Desde tiempos prehistóricos
el hombre ha aprovechado para realizar sus obras aquellos materiales que
tenía disponibles en su entorno. Es indudable que los más
abundantes son los de origen pétreo, rocas que convenientemente dispuestas
y sin trabajo algunos sobre las mismas constituyeron los primeros "templos"
de su religiosidad.
Los abundantes monumentos
megalíticos situados en el área pirenáica son un claro exponente
de este trascendente hecho. Cuando mueren algunos miembros del clan no
se abandonan sus cuerpos sin más sino que son objeto de un rito
que va más allá de la simple ocultación de los mismos
a las alimañas. Se disponen rocas clavadas verticalmente en el terreno
conformando un espacio para recibir los restos. Se cubre el conjunto por
medio de otra gran roca y todo ello es sepultado bajo un túmulo de rocas de menor
tamaño. El cadáver se sitúa dentro,
portando objetos de adorno, puntas de flecha, cuchilletes de sílex, etc.
Hay ya en esos humanos un sentido de la trascendencia.
El antropólogo Ricardo
Mur, en su obra "Pirineos Montañas profundas" (Ed. Pirineo.
1984; pag 20) hace una comparación entre el dólmen y el templo
románico. "Los dólmenes y megalitos no son propiamente
sepulcros, aunque haya enterramientos en ellos. Los dólmenes serían
construcciones sagradas levantadas en lugares clave y puntos estratégicos
donde fluyen las energías telúricas, actuando como acumuladores
para quien las necesite en algún momento dado.
Es el mismo caso que
nuestras iglesias y catedrales. En ellas suela haber enterramientos. ¿Son
acaso cementerios? No. ¿Son acaso monumentos funerarios?. Generalmente
no, aunque haya excepciones.
Si sobreviniese un
cataclismo tal que llegase a desaparecer la civilización occidental,
los arqueólogos que encontrasen sus ruinas y las excavasen ¿pensarían
lo mismo que nosotros con respecto a los megalitos por el hecho de hallar
en ellos restos humanos?... Seguramente"
En el entorno del hombre
románico los materiales pétreos afloraban en ocasiones tan
generosamente como en los estratos rocosos de la imagen sobre estas líneas.
Son los "flisch eocénicos del Gállego" en Aragón.
Con poco esfuerzo se pueden extraer lajas de roca con dos superficies paralelas.
Unos pocos golpes de maza las transformarán con rapidez en sillarejos
listos para usar. Las iglesias del círculo de Lárrede se beneficiaron
de esta abundancia.
En otras ocasiones, guijarros
arrastrados por el río, como en Anciles (Huesca), se utilizan directamente
como material edificativo. Y no hay que olvidar -volviendo la vista de nuevo
atrás- que los rituales prehistóricos se desarrollaron en
cuevas. Y no son otra cosa sino "cuevas" -aunque sean artificiales-
una serie de templos excavados en la propia roca. Roca que vaciaron y a
la que aportaron la forma típica del templo románico, incluyendo
sus detalles decorativos (fajones, formeros, capiteles, basas, etc.) aun
cuando su función sea meramente decorativa. Podemos apreciarlo en
la imagen superior correspondiente a la iglesia rupestre de Olleros de Pisuerga (Palencia).
Pero será la roca
arenisca la que provea la mayor parte de la materia prima para las edificaciones
románicas. Se trata de una roca sedimentaria de amplia distribución
y de fácil extracción a partir de sus afloramientos rocosos
en las canteras. Grandes bloques son extraídos dotándoles
de la forma deseada mediante la utilización de cuñas que ejerciendo
presión en mortajas situadas de forma preconcebida originan la ruptura
del bloque en la forma deseada.
Sobre estas líneas
muestro un ejemplo de la utilización de la cantera situada al pie
del templo de Santiago de Agüero (Huesca). Dos grandes bloques se han
desprendido del afloramiento rocoso, y en la imagen de la derecha se advierte
uno de ellos preparado con dos mortajas para recibir en su interior las
cuñas, que convenientemente percutidas provocarán la fractura
del mismo y la obtención de una laja de poca altura.
Repitiendo este proceder
de la forma adecuada, se van extrayendo bloques adaptados a la necesidad
de los canteros, con diversas formas "en bruto", como se advierte
en la imagen superior.
En otras ocasiones, allí
donde el material más abundante es el granito, se utiliza este en
detrimento de la arenisca. Menos maleable para el escultor pero mucho más
resistente a la erosión. Otros materiales pétreos se utilizan
de forma menos difundida en la edificación de templos. Aporto el
ejemplo de la iglesia de Mallén (Zaragoza), de la que no hace mucho
se descubrió su ábside en el interior del actual templo. Construida
con bloques de alabastro, su color blanco debo de ser espectacular.
Y no menos espectacular
la utilización del mármol para edificar templos románicos
allá donde las canteras de este material están próximas.
En la imagen inferior, la espectacular portada de mármol jaspeado
de Bruilla en el sur de Francia.
Bastante difundida para
la edificación de bóvedas es la llamada piedra toba o tosca
(ver bóveda sobre estas líneas). Se trata de una piedra caliza
muy porosa, y por tanto de bajo peso, que resiste bien la compresión
y permite aligerar las cargas que han de soportas los muros.
De una u otra forma y sea
cual fuere el material elegido para la fábrica, el elemento fundamental
en la misma es el cantero. Los grandes bloques extraídos de los afloramientos
rocosos han de ser procesados adaptándolos a unas formas y tallas
diferentes según las necesidades de la obra. En las imágenes
sobre estas líneas procedentes de Biota y Ejea -ambas en Zaragoza-
expongo una muestra de la importancia concedida a este gremio hasta el
punto de aparecer representado en el capitel trabajando un sillar con su
herramienta, que debe de ser reflejo de la forma real que tuvo, por cuanto
que esa misma forma se emplea como marca de cantero en sillares de Ejea
o Agüero.
Todavía falta otro
elemento fundamental para la edificación. Me refiero a la cal viva
obtenida por medio de la calcinación de piedra caliza y que adecuadamente
mezclada con arena y grava y rehidratada, constituye la base de los morteros
con que se aglutinarán muros y bóvedas románicas. Piedra
caliza hay en abundancia. En las proximidades de las construcciones se efectuaba
su calcinación en los "hornos de cal". En las obras llevadas
a cabo en el verano de 2006 para la edificación del centro de visitantes
del castillo de Loarre, las excavaciones en su entorno pusieron de manifiesto
la sección de uno de esos hornos de cal, que muestro en las imágenes
superiores.
Tan
importante como lo hasta ahora expuesto son otros dos elementos imprescindibles
para edificar: el agua y la madera. Agua para rehidratar la cal del mortero
y madera como combustible para calcinar aquella, confeccionar cimbras y
andamios y también estructuras de cubierta en los templos que no estaban destinados a cubrirse con bóvedas pétreas.
Tras la visión general
de los materiales empleados y el somero apunte de su aprovechamiento se
entiende que en la proximidad de la obra de edificación de un templo,
en especial si sus dimensiones fueron grandes, se establecieran las cuadrillas
de trabajadores en forma de logias con lugares comunes de habitación,
trabajo y descanso. Actividades y personal que debían
de estar adecuadamente dirigidos por una persona cualificada que supiera
proyectar, edificar, contratar el aporte de materiales en su momento adecuado,
orientar el templo con respecto a las estrellas, con conocimientos adecuados
de geometría, filosofía, religión, etc. En definitiva,
un jefe de logia que más allá de lo puramente físico
asumiera la superior autoridad en lo metafísico. Cabeza visible del
taller o "Magister", que en algunas contadas ocasiones dejaría
para la posteridad su firma en la piedra
Queda en el magnífico
monasterio cisterciense de Veruela (Zaragoza) un documento en piedra de
gran valor a la hora de enfocar el tema de los Magíster y su forma
de unificar medidas de cara a la obra a desarrollar en el templo. Se halla
en el antepecho del acceso a la sala capitular y hay que saber dónde
buscarlo para que no pase desapercibido.
En aquél momento
no había una unificación de las medidas como puede haberlo
hoy. El Magíster había de definir unos módulos con
los que trabajar en la obra. De los mismo y de sus combinaciones surgirán
figuras y dimensiones "normalizadas" para ese lugar. Allí
acuden los operarios para recoger la información con la que ajustar
sillares, columnas, ábacos, capiteles. Bajo
estas líneas muestro la piedra de mesura de Veruela. Tres medidas
diferentes del "pie", escuadras con sus lados estandarizados,
círculos secantes, etc. Todos los templos debieron de tener un modelo
de esta hechura. Pero quizá su materia fuera perecedera (pergamino,
lechada de cal etc.) y no ha llegado hasta nosotros con su valiosa información.