5-b) Bóveda
de cañón.-
Las bóvedas que
veremos con más frecuencia en los templos románicos serán
de medio cañón y se definen como "las originada
por el desplazamiento de un arco de medio punto a lo largo de un eje longitudinal".
En los grandes templos
de peregrinación como es el caso de San Isidoro de León
-bajo estas líneas- lo habitual era contarrestar el empuje de la
nave central con sendas naves laterales. Estas se afianzan con una sucesión
de bóvedas de arista reservando la de medio cañón
para lo alto de la nave central, coronando los muros articulados que permitieron
a sus creadores llegar más alto a base del aparente contrasentido
de debilitarlos con vanos. Y arriba, en lo alto,
la bóveda de medio cañón, segmentada por necesidades
prácticas derivadas del sucesivo uso de la cimbra creando tramos.
Todo ello con el añadido de los fajones-tapajuntas que le aportan
un bello ritmo a la vez que ocultan los inestéticos encuentros de obra. Hay que recordar que desde el punto de vista estructural, los arcos fajones no son necesarios dado que la bóveda es autoportante.
Cuando los templos no
son de grandes dimensiones es factible hacer la bóveda de la nave
con un solo tramo. Y entonces no se necesitan fajones que la dividan.
Es el caso -abajo a izquierda- de la ermita de San Babil, cercana a Puente
la Reina de Jaca en Huesca. A su lado otro ejemplo de bóveda realizada
en sucesivas etapas de cimbrado, con fajones. Corresponde al monasterio
oscense de Alaón en Sopeira.
Muchas veces he meditado
acerca del delicado momento de la retirada de la cimbra. Imaginemos que aquellos
constructores ya han acabado de colocar todas las dovelas correspondientes a
un tramo de bóveda, las han unificado a base de extender mortero de cal sobre el extradós
recién creado y tras un tiempo adecuado de fraguado
han de retirar la cimbra que hasta entonces sustentaba al recién
concluido tramo. El hecho requiere confianza absoluta en que la obra fue bien diseñada
y ejecutada y que aguantará. Pero seguro que habría un momento
de cierta tensión e inquietud en el cual quizá el constructor se estuviese jugando algo más que su obra.
Las dovelas crujen y
asientan y los arcos de la bóveda se consolidan. En ocasiones puede
haber resultados inesperados, como en San Juan de Besians, arriba, con
esa deformidad de su cabecera... pero el conjunto sigue trabajando y esta vez permanece
en pie la obra.
Con el paso del tiempo
se ensayan nuevas formas de hacer en las bóvedas. Por ejemplo,
en Mués (Navarra) -arriba a izquierda- en donde los fajones-tapajuntas
ya se hacen apear sobre ménsulas sobresalientes de la imposta,
estilo que generalizará el Cister liberando de adornos superfluos
a los muros del templo.
Otro "matiz" que
hallamos en fases avanzadas del románico -finales del XII o principios
del XIII- es el empleo de bóvedas de medio cañón
apuntado Básicamente son muy similares a las de medo punto. Pero
añaden un par de hechos ventajosos. Uno es el no depender de la
anchura de la nave que en las bóvedas de medio punto obliga a edificar con la medida fija de su radio.
Otro es el derivado del ataque más vertical de las cargas de la bóveda
sobre el muro, lo que reduce la fuerza de desplazamiento lateral externo
aplicada sobre el mismo y por tanto, aumenta su estabilidad.
Una variación
poco extendida de la bóveda de medio cañón, es reducir
su perfil a la mitad. Es decir, fabricar una bóveda de cuarto de
cañón. Al menos sobre el papel la sensación es que
debe "apuntalar" mejor a los muros laterales de la nave central como si de arbotantes se tratase.
Pero el hecho de que su uso no se generalizase hace dudar de sus teóricas
ventajas. Sobre estas líneas, a la izquierda
el ejemplo de Aibar (Navarra), y al lado, Salardú (Lérida).
Ambas corresponden a la vista general de la embocadura de las naves desde
el lado norte del transepto.