La habilidad del escultor
llega al extremo de poder traducir en pequeñas obras de arte la exigua
superficie sobresaliente del canecillo. En Santa María de Uncastillo
(Zaragoza) la decoración de sus canecillos es una verdadera delicia.
Estas esculturas poseen el aliciente añadido de que su estado de
conservación debido a la protección de la cornisa suele ser
mejor que el de capiteles, más al alcance directo de la mano y de
los agentes atmosféricos
Muestro algunos a base
de músicos y bailarinas formando un programa definido. La Iglesia
asimilaba a juglares y contorsionistas con la ocasión propicia para
el pecado y la pérdida de tiempo. Elementos pues negativos, realzados
con la escena alegórica de la lujuria transmitida por medio de la
mujer que machihembrada con el clérigo tonsurado recibe la influencia
del maligno en forma de serpiente junto a su cabeza.
También seres grotescos
y burlones, como el que hace burla dilatando su boca con las manos. Y junto
a el una imagen de Artáiz (Navarra) en la que la mujer está
pariendo un hijo que asoma al mundo ya provisto de puñal en actitud
de herir. Probablemente el artista, siguiendo las instrucciones del comitente
del templo halló así la forma de traducir las consecuencias
del pecado que engendraría vida para generar el mal.
Mención aparte merece
el capítulo de los canecillos eróticos cuando no directamente
relacionados con los actos sexuales. Frecuentes en forma aislada en muchos
de los templos de nuestro entorno y que probablemente nos hayan pasado desapercibidos
de no conocerlos y buscarlos de forma específica. Seres itifálicos,
onanistas, monos como paradigma de lujuria y sumisión a vicios, exhibicionistas,
etc. Siempre que se toca este tema, viene a primer
plano una zona concreta del románico español y un templo como
paradigmas. Me refiero al Alto Campoo en Cantabria y a la colegiata de San
Pedro de Cervatos. Su programa iconográfico exterior tanto en capiteles
como en canecillos abunda en este tipo de muestras. Hiper realistas escenas
de cópula que sorprenden cuando se las contempla por primera vez y
cuya lógica no es fácil de alcanzar.
La escultura de retratos
también abunda en canecillos. Tan inquietantes como la "triple
cabeza de Artáiz (Navarra) o ya francamente realistas, clásicas,
al modo de los esculpido en Piasca por el Maestro Covaterio. Realismo casi
clásico, ya privado de la inexpresividad románica que nos anuncia
un transito hacia el gótico.