EL ROMÁNICO |
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5.- EL TEMPLO ROMÁNICO
B) - Decoración |
B-4) Artes Menores (1/2). |
Las obras más grandes y vistosas son los templos románicos. Bellos y majestuosos
sin duda, pero no hay que olvidarse de toda la cohorte de "artes menores"
en alusión a su tamaño, que no a su calidad artística.
Las necesidades de ese momento en lo tocante a la
religiosidad personal hicieron posible la creación de irrepetibles
obras de arte. Algunas, desgraciadamente, hay que ir a contemplarlas lejos.
La incultura local asociada con el exceso de dólares y el celestineo
de intermediarios con pocos escrúpulos hicieron que referentes tan
valiosos en el terreno patrimonial como las tapas del evangeliario de Felicia
de Roucy, reina consorte de Aragón por matrimonio con Sancho Ramírez,
se hallen en el Museo Paul Getty al igual que el Vidal Mayor, recopilación
de legislación aragonesa de Jaime I. Otras,
tenemos la suerte de que estén "en casa" como es el caso
del magnífico crucifijo-relicario de marfil y azabache donado por
D. Fernando y Dª Sancha a la Real Basílica de San Isidoro de
León con motivo del traslado de las reliquias del santo desde Sevilla.
La reliquia que contiene es un fragmento de la Vera Cruz.
Su delicada labra heredera
de la eboraria islámica la elevan al rango de obra prima de la talla
en marfil hispana.
De la misma donación
que la cruz de Don Fernando y Doña Sancha, datable hacia 1063, procede
la llamada arqueta de las Bienaventuranzas recompuesta tras los desperfectos
sufridos en la Guerra de la Independencia (Bajo estas líneas). Ambas
pueden disfrutarse en el Museo Arqueológico Nacional en Madrid.
Obras mucho más
modestas, como el remate de báculo de marfil bajo estas líneas,
es posible hallar por todo el mundo románico. El mostrado se halla
en la colegiata de Alquezar (Huesca) y está formado por varias piezas
ensambladas y aseguradas con pequeños remaches de marfil.
La necesidad de cajitas
litúrgicas, las más de las veces como receptáculos de
reliquias, hizo que se "industrializara" su proceso de elaboración
siendo referente el taller de Limoges hasta tal punto que a comienzos del
XIII llegó a producir saturación del mercado con marcada caída
de la calidad. Motivos repetitivos decoran las cajitas
de madera chapadas en cobre y esmaltadas. Maiestas Domini, Apostolarios
y Tetramorfos son los motivos más frecuentes. Abajo muestro la imagen de tres cajitas-relicario
del Museo Diocesano de Huesca.
También es de Limoges
la pieza inferior (píxide) conservada en el Museo Diocesano de Barbastro. Es cilíndrica
con tapa articulada cónica rematada en pequeña cruz. Su reducido
tamaño la hace apropiada para pequeño relicario o como cajita
para transportar la Eucaristía.
A continuación muestro
imágenes de las arquetas de reliquias que procedentes de la iglesia
de San Pedro en el Castillo de Loarre se conservan en la parroquial del
pueblo.
Transcribo lo escrito por
Don Antonio Durán Gudiol al respecto:
" LOS RELICARIOS
DEL CASTILLO DE LOARRE. - A. Durán Gudiol.
El culto tributado
por los loarreses a las reliquias de San Demetrio ha sido notable a través
de los siglos. San Demetrio fue martirizado en Tesalónica en el año
303, bajo el mandato del Emperador Maximiliano. Su festividad se celebra
el 8 de Octubre. La arqueta
románica que guarda sus reliquias, está encerrada en una urna
de cristal construida en el año 1780. Según
la leyenda local - descrita en las yeserías de los muros laterales
de la capilla parroquial del Santo- dos clérigos franceses pasaron
los Pirineos acompañados de una acémila cargada con la arqueta
de las reliquias de San Demetrio. A
su llegada a Jaca todas las campanas de las iglesias echaron a repicar misteriosamente.
Los jacetanos, deseosos de que el tesoro se quedase en Jaca, y ante la negativa
de los clérigos, decidieron sacarle los ojos a la mula, después
de convenir que las reliquias se quedarían definitivamente allá
donde el animal se parase. Sin
embargo, la acémila echó a andar a pesar de su ceguera y después
de atravesar el valle de Rasal, cayó muerta frente al Castillo de
Loarre. Los monjes franceses,
fieles al convenio establecido en Jaca, depositaron la arqueta relicario
en San Pedro del Castillo, y los loarreses, en memoria del acontecimiento,
levantaron una iglesia en el lugar donde había caído el animal.
Son dos las
arquetas relicarios que formaban parte de las joyas litúrgicas del
castillo. La arqueta grande fue originariamente pensada para reserva de
la Eucaristía. Es un ejemplar de orfebrería románica
en las cenefas verticales y mozárabe en la concepción de los
querubines. Es de madera recubierta de plata grabada y dorada; obra del
último tercio del siglo XI. En el frente de la tapa, figura Cristo
en Majestad y el Tetramorfos. En la parte posterior, Jesús de pié,
en nimbo almendrado, con una cruz en su mano derecha, y en las vertientes
laterales, dos querubines de tradición mozárabe. Alrededor
de las cuatro caras se desarrolla el apostolado.
La arqueta
pequeña, es también de madera y pertenece igualmente al último
tercio del siglo XI. Las chapas están grabadas en buril. En su interior
se conservan tres cajitas de madera toscamente tallada, con inscripciones
a tinta en letra visigótica minúscula, que anotan la identidad
de las reliquias conservadas en cada una de ellas: San Victorián,
Sagrado Cuerpo de Santo Tomás, San Salvador, Santa María Virgen. Estas cajitas fueron destinadas
a ser enterradas en los altares consagrados, probablemente, en los de las
tres iglesias del Castillo: Cripta, San Pedro y Oratorio de la Reina."
(Separata del
libro "Así es...El Castillo de Loarre y sus alrededores". A Durán
Gudiol )