-GARRAY. IGLESIA DE LOS SANTOS MÁRTIRES (Cont.)- |
UTM 30T 546171 4629280 1030
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Al interior confirmamos, como ya intuíamos al examinar el exterior, que del templo original se conserva la cabecera con sus dos absidiolos laterales no manifestados al exterior y una profunda cabecera central provista de amplio presbiterio apuntado. La presencia de absidiolos excavados en el espesor del muro sin manifestación al exterior podemos también verla en templos sorianos como San Juan de Rabanera o San Miguel de Almazán así como en templos aragoneses como Santa Cruz de la Serós, San Pedro de Siresa o San Juan de Uncastillo. Hay otros templos en los cuales se edificaron baldaquinos sin relación con los absidiolos como en Garray, por ejemplo San Juan de Duero o el más alejado de La Magdalena de Zamora.
En este templo de Garray, como veremos más adelante mediante evidencias, los baldaquinos se edificaron con posterioridad a la cabecera del templo adecuándose a la estructura de los absidiolos preexistentes. El baldaquino edificado por delante del absidiolo sur se conserva intacto gracias a haber sido el lugar de depósito de las reliquias de los santos mártires mientras que el baldaquino que hubo por delante del absidiolo norte desapareció y sus capiteles se hallan en funciones de apeo del ara del altar central La tosca reposición de sillares del lado izquierdo de su embocadura así como de los paramentos adyacentes hablan a favor de un derrumbe que a buen seguro provocó la ruina de este baldaquino. Las imágenes 3 y 4 muestran la embocadura del absidiolo norte y en la segunda de ellas podemos ver el rebaje en el lado izquierdo de la pilastra del arco formero de ese lado, así como la sección que se realizó en la basa y en el apeo de la semicolumna adosada del mismo. Esas modificaciones fueron necesarias para acoplar los elementos del baldaquino, al igual que veremos en el lado sur. Confirmando esta hipótesis, veremos en la siguiente pagina las entalladuras de los capiteles que sustentan el altar, realizadas para amoldarse a esta zona del templo.
La cabecera del templo posee un amplio presbiterio cubierto con bóveda de medio cañón apuntado. Está articulada por dos impostas que corren a nivel de los ábacos de los capiteles del arco triunfal, la superior, y del borde inferior de los vanos absidales la inferior. Su decoración consiste en una sucesión de roleos vegetales planos acabados en estructuras que se enroscan sobre si mismas (Imagen 11) siendo interesante el detalle de que tres de los cuatro capiteles de la cabecera lucen esta misma decoración a modo de tiras verticales cubriendo los foliolos vegetales de estos capiteles de origen corintio (Imágenes 9 y 10). El cilindro absidal cubierto por cuarto de esfera apuntado está oculto tras un retablo barroco que impide su análisis. Posee aperturas para permitir la entrada de luz a partir de los tres vanos de la cabecera. El perfil de los vanos está decorado con el mismo motivo de roleos visto en impostas y capiteles.
El capitel de apeo del arco formero norte, parcialmente deteriorado en su lado izquierdo, posee una decoración diferente a los otros tres (Imagen 12). Es también un capitel vegetal con los extremos de los foliolos enroscados y su superficie llena de pequeños detalles paralelos a modo de frondes de helecho, motivo vegetal que creo subyace en el mismo. Los otros tres capiteles lucen piñas y bolas como motivos decorativos.
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El retablo barroco que oculta el cilindro absidal se alza sobre un alto zócalo formado por una hilada continua de sillares sustentando en sus extremos cuatro placas de arenisca decoradas (Imágenes 13, 15 y 16). Las placas permiten la reconstrucción virtual de su forma original, siendo la imagen 14 la correspondiente a la más elaborada. En ella vemos tres arquillos apeados en columnas dobles y triples con sus basas y capiteles, elementos torreados rellenando el espacio de las enjutas, seres monstruosos en los espacios vacíos de sendos enrejados que rellenan los arquillos laterales y una gran cruz de malta con astil orlada de bezantes sobre flores de lis. Las dos placas restantes componen también una forma a base de tres arquillos ciegos sobre columnas simples y sin decoración. No encajan al tratar de ensamblarlos, como en el caso anterior. Mi intuición me dice que estos elementos pudieron ser la decoración del altar central original, formando parte de un antealtar el más decorado y los otros dos, la decoración de cada uno de los laterales del mismo.
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En el semicírculo del ábside central se halla el altar compuesto por el ara y dos capiteles dobles historiados que veremos más adelante, así como una pila bautismal grande y ruda decorada con una sucesión de arquillos ciegos decorados con líneas de sogueado o zigzag y que en algunos casos contienen en el interior de su semicírculo pequeños círculos concéntricos, hexafolia y cruces de Malta una de ellas con astil al igual que la del hipotético antealtar (Imágenes 16 a 19). También encontramos la figura de un orante con las manos alzadas rebasando el marco de su arquillo, la figurita de un hombre de menor tamaño sobre un travesaño que divide el arquillo en dos con una bolsa colgando del cuello, lo cual lo interpreto como símbolo del pecado de la avaricia. Otro motivo que vemos es el de una figura humana muy esquemática que está siendo atacada por dos serpientes cuyos cuerpos sobrepasan el límite superior del arquillo y que deben de simbolizar el pecado de la lujuria.
Los motivos mostrados en la pila bautismal deben de aludir a algunos de los pecados más frecuentes que por medio del bautismo se tratan de evitar. La decoración tosca a base de arquillos ciegos y cruces de malta está en consonancia con lo visto en los elementos aplacados que a mi juicio debieron de decorar el altar original, debiendo de ser por tanto contemporánea y coherente con ellos a pesar de su aparente rudeza.
Además, en otros lugares del templo se guardan varias laudas funerarias y un sarcófago infantil labrado en piedra procedentes de la necrópolis que hubo en el entorno de la iglesia (Imágenes 20 y 21).
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