Sea cual fuere la intencionalidad,
el hecho excepcional en un templo románico es que en vez de añadir
capillas laterales como era lo habitual, invirtieran la idea arquitectónica
interiorizando esas capillas y dando lugar a sendos templetes edificados en la unión
de nave y presbiterio. Solo he visto algo parecido en la iglesia
de la Magdalena de Zamora en la "visita guiada" que Alberto y Laura me regalaron este verano que ya acaba. Los templetes
se alzan sobre cuatro grupos de columnas en haces de a cuatro sobre las
que se sitúan ocho capiteles de fina labra. Por encima, arcos de
medio punto conforman un cuadrilátero y sobre el mismo cerraron
la capilla como "Dios les dio a entender". La del lado norte
es de bóveda redondeada al exterior, siendo la opuesta puntiaguda
y más elevada (Imágenes 1 a 5).
El sistema de cubierta
es de falsa bóveda, elevando hiladas de sillares a partir de una
imposta, cada vez más hacia el centro y en las aristas añadieron
refuerzos a modo de nervaduras apeadas en ménsulas. En el lado
norte las nervaduras son de baquetón a base de cuatro piezas cada
una. En el lado sur, simplemente son cuatro columnillas que convergen
en altura y acuminan la bóveda. En ambos casos, el extremo distal
remata en forma de cuña para apoyarse unos en otros sin existir
clave (Imágenes 6 y 7).