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El ábside central
del templo y su presbiterio se hallan bastante "camuflados",
tanto por el magnífico retablo barroco como por la decoración
pictórica de bóvedas y muros laterales. Sin que por ello
deje de ser interesante esta decoración, rompe con la filosofía
cisterciense que domina en el resto del templo de recogimiento y eliminación
de motivos que distraigan el espíritu. Como ya se ha comentado,
el retablo barroco obligó a cegar los ventanales originales y a
abrir otros nuevos (vistos en la descripción de la cabecera) para
adecuar la iluminación a sus hornacinas.
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La bóveda del presbiterio cubre por medio de
crucería decorada con motivos pictóricos de los cuatro
evangelistas (Imagen 3). El retablo impide advertir
la bóveda absidal, que hay que intuir en los planos como de perfil
semicircular en planta y cubierta por crucería y dos nervaduras
convergentes en la clave del fajón que separa ábside de
presbiterio. Grandes vanos derramados en altura iluminan el presbiterio
y las profusas pinturas murales que representan a Don Rodrigo bendiciendo
a las tropas antes de la batalla de las Navas de Tolosa -en el lado
norte- y en el lado opuesto, una escena de la batalla encabezada por
Alfonso VIII y Don Rodrigo. Los sepulcros de los duques de Medinaceli,
abiertos en la parte baja de los muros del presbiterio, mutilaron parcialmente
las pinturas descritas.
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En la embocadura del
presbiterio y en su intrados aparecen pinturas que representan a los reyes
Alfonso X el Sabio (Imagen 6) y su primogénito
Don Fernando de la Cerda (Imagen 7). Las imágenes
5 y 9 muestran el absidiolo situado más al norte, con un
detalle de su bóveda así como la pila bautismal que en él
se halla. La imagen 4 corresponde al absidiolo más
meridional, donde hay restos de pinturas ya góticas.
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