Contemplar el templo en toda su longitud desde el absidiolo central, es una maravillosa vista. Ello ha sido posible gracias a que fue retirado el retablo que ocultaba esta zona. Era preciso restaurarlo. Pero su retirada propició el descubrimiento de la bella cabecera, además de "inaugurar", como en tantos otros lugares, una polémica acerca de su recolocación. Al final se impuso la cordura y el retablo luce todo su esplendor en el lado norte del transepto (Imágenes 6 y 7) a la vez que la cabecera recuperó su primitiva grandeza.
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La iluminación de la cabecera es un verdadero suplicio. Los focos de gran intensidad colocados en el suelo deslumbran más que iluminan, provocando que sea prácticamente imposible contemplar la escultura de las pilastras. Hablar de fotografiarlas es ya un desafío. Al final, aprendimos que tenía solución colocando una carpeta sobre el foco de luz. Pero no todo es negativo. Los contrastes de luces y sombras propiciados por las abundantes columnas de las pilastras crean un ambiente delicioso para la fotografía, como se puede advertir en las imágenes 2 a 5.
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La estructura del absidiolo central de la cabecera, el único que se ha conservado hasta hoy recuerda a lo visto en Santiago de Agüero, San Gil de Luna, o la Oliva, entre otros. La embocadura al ábside se resuelve por medio de un par de semicolumnas adosadas que enmarcan a una pilastra con su esquinilla hacia afuera. La anchura lograda así es mayor, lo que se traduce en la gran amplitud del fajón ante el ábside (Imagen 1), en la línea de la desconfianza del constructor hacia la estabilidad del conjunto.
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El cilindro absidal posee tres ventanales de gran amplitud, que acojen tres grandes y pesados parteluces. Cada uno de estos vanos, al exterior -como ya vimos- son en realidad dos, como consecuencia del espesor del muro y de la amplitud del parteluz. El borde libre de los parteluces se talló a modo de falsa columnilla que en lo alto se decora con una figurilla sedente a modo de pequeño capitel. Por encima, guardapolvo decorado. Y entre cada dos ventanales hay una semicolumna rematada en capitel del que surgen recias nervaduras que convergen en el fajón, junto a la clave.
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Preside el ábside una talla de la Virgen con el Niño sobre su rodilla izquierda. Es una imagen románica tardía de madera policromada a la que le falta su brazo derecho. Los rasgos nada hieráticos, la llevan a un momento ya próximo al gótico (Imagen 12).