-SAN ANDRÉS DEL ARROYO. MONASTERIO DE Sª Mª Y SAN ANDRÉS (Cont.)- |
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Aquí hay arte
cisterciense. Atrás quedan los capiteles cuajados de centauros,
sirenas, juglares o escenas religiosas o mundanas. El císter, la reforma
de la reforma, es sobriedad. Busca recogimiento para poder recibir mejor
el mensaje de Dios. Nada ha de distraer a la mente del religioso en su
estado de alerta para escucharlo. Podría parecer que esta ideología
básica de la orden limitaría la actividad artística
del escultor medieval. Nada más lejos de la realidad. No hay norma
que encorsete el genio que algunos artistas poseen en su interior; no
hay sino contemplar la filigrana del capitel del ángulo noroeste
de este claustro. Es un verdadero ejercicio de vanidad del escultor. Es
una "machada" en lenguaje actual (nuestro moderno román
paladino). "Sólo elementos vegetales:
volutas, hojas, tallos, botones florales.." Quizá esas fueron las
instrucciones que recibiese el escultor y que respetó... a su manera.
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La filigrana de esta
excepcional pieza sería magnífica si estuviese labrada en
marfil, material que parecería más acorde con esta técnica; pero llevarla a cabo en piedra arenisca dejando sus elementos exteriores
al aire tan solo unidos a lo profundo de la cesta por escasos puntos de
roca en los extremos y en el centro de cada hoja es sin duda una obra maestra
y excepcional (Imagen 1).
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La columna sobre la que
se alza es un elemento también excepcional (Imagen 12).
Su trabajo en zigzag, botones florares, florecillas delicadamente talladas..
Pero la maravilla que la corona casi hace que pase desapercibida. Y por
encima, en el cimacio, las omnipresentes ovas que decoran por doquier
la obra, aportándole "marca de taller".
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En el extremo opuesto
de esta panda, limítrofe con la sur, hay otra columna con otro bello
capitel que siéndolo, queda eclipsado por el descrito (Imágenes
13 y 14). La columna se decora de semejante forma; pero ya no
en zigzag, sino rectas las acanaladuras y el capitel está cuajado
de hojas delicadamente talladas que parecen surgir de pequeños
ojales de la cesta.
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Después de disfrutar
de estos grandes capiteles angulares, los restantes del claustro parecen
ser secundarios. Aparentan ser iguales cuando se pasea por sus crujías.
Pero si se camina despacio y contraviniendo el espíritu del císter
les prestamos toda nuestra atención incluso a riesgo de no escuchar
el mensaje interno que pudiese llegar, podemos apreciar la verdadera dimensión
de todos y cada uno de ellos. El artista que supo dejar al aire esas hojas
del genial capitel, siguió mostrando su arte en la delicada labra
de todos los pequeños detalles de los capiteles pareados que labra
en una sola pieza (Imágenes 15 a 18). También
las basas reciben su delicado trabajo sin que en ellas falten las ovas
del Arroyo (Imagen 19).
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