Eclipsado
el poder de Roma se instauraron los visigodos en la península. Su arte, desaparecido hace mil años, debería de titularse con propiedad "arte hispánico" porque mientras en el resto de Europa se mantienen los ecos de los modos de edificar ellos producen un modelo nuevo de iglesia cubierta con bóvedas de piedra mucho antes de que el románico pleno se atreva a hacerlo. Crearon por primera vez un gobierno hispánico
con pretensión de extenderlo a toda la península siguiendo
las pautas mostradas por el imperio romano. Esta época va a
durar hasta que en el siglo VIII (año 711) se produzca la invasión
musulmana de la península ibérica. No
obstante, tras esta invasión su semilla continuará latente
en los reinos cristianos de Asturias y León hasta el siglo
X en que retomaron el antiguo ideal de reconquista del territorio peninsular.
A partir del siglos X será la dinastía navarra la que
con un nuevo empuje hará olvidar lo romano, lo visigodo y también
lo mozárabe dando paso a corrientes que fluyen desde Europa.
El gobierno visigodo residió en principio
en la Tarraconense, después en Mérida y finalmente asentó
en Toledo (año. 544).
En el plano edificativo
no introdujeron grandes cambios con respecto al modelo romano. Continuaron
edificando basílicas de tres naves con un ábside de
planta semicircular o de herradura y baptisterio a los pies
del templo. En el centro peninsular nos encontraremos con edificios
sencillos de cabecera rectangular (Como San Pedro de Mérida)
y hacia el sur, por las influencias bizantinas del cristianismo
africano, veremos edificios con ábsides enfrentados (Como
San Pedro de Alcántara, Málaga). Este
arte tendrá influencias en edificaciones mozárabes,
como Santiago
de Peñalba o San Cebrián de Mazote.
Una de las características
básicas de este momento constructivo es el uso del arco de
herradura, formula edificativa ya usada en Roma y también
en oriente, que será utilizada con profusión
en ese momento. Una de las probables explicaciones para ello es el hecho de
que la cimbra podía asentarse sobre las dovelas inferiores,
a modo de impostas continuando con la edificación del arco
o de la bóveda sin obstaculizar la luz del vano con maderos
de sustento. Son arcos constituidos por dovelas
de despiece radial con un único centro. Las inferiores tienen
trasdos recto y actúan a modo de impostas.
En lo formal, la
edificación en este momento se hace a base de grandes sillares
que por lo general asimilan el módulo romano de 80 cm. (la
"vara" medieval). Están cuidadosamente pulidos
y escuadrados para poder asentarlos "a hueso",
es decir, sin necesidad de argamasa. En ocasiones utilizan cuñas
de madera en forma de doble cola de milano para grapar sillares
contiguos asentándolas en mortajas excavadas con esa forma
en el propio sillar, como se comprobó en las labores de desmonte
y traslado de la iglesia de San
Pedro de la Nave (Zamora).
Las bóvedas,
a diferencia de lo existente en las basílicas romanas, las
edifican tanto con sillares como con ladrillo. Los encuentros de
las naves los resuelven mediante bóvedas de arista o cúpulas
semiesféricas.
Otra aportación
esencial a los edificios religiosos hispánicos es la introducción
del crucero. Bajo estas líneas muestro la planta de Quintanilla
de las Viñas en Burgos. En trazo oscuro lo conservado (cabecera
y parte del crucero) y en discontinuas, la reconstrucción
de su perímetro original.
El transepto o
crucero tiene por objeto distanciar la zona más sagrada del
templo de las naves. Es allí donde se administran los sacramentos
y donde se sitúan los sacerdotes. También se denomina
"chorus" (coro). En
los templos que no disponen de esta estructura, la función
de distanciamiento la ejerce una cancela cubierta por medio de velos.
El concilio de
Elvira en el siglo IV prohibió la realización de pinturas
en las iglesias españolas, lo cual sumado a la perfección
en el acabado de la cara vista de los sillares hace pensar que su
aspecto definitivo sería la piedra vista. Abundando en esta
teoría señalo como ejemplo el horologio de San Pedro
de la Nave, un primitivo sistema de medición de la hora según
la longitud de una sombra y el mes en curso. El relieve del texto
es tan sutil, que de haber existido un recubrimiento pictórico no sería
visible (la imagen es activa y situando sobre ella el cursor, se resalta la epigrafia):
Otra innovación
visigótica en los templos fue la edificación en la cabecera
de tres capillas independientes. Pero no todos
los templos siguen unas directrices comunes. Es más, cada
uno de ellos tiene una personalidad y un acabado único. Además
están los templos con planta central, a modo de cruz, siguiendo
influencias bizantinas como es el caso de Santa Comba de Bande
en Orense o San Pedro de la Nave en Zamora:
En cuanto a decoración,
son típicas las molduras con motivos estrellados
y geométricos en los que los sogueados son utilizados con
profusión. Bajo estas líneas muestro un motivo del
interior de san Pedro de la Nave decorado con geométricos,
un remedo de fíbula y dos sencillos cuadrúpedos.
Los capiteles siguen
en general la decoración clásica del mundo romano,
siendo común la reutilización tanto de piezas de ese
momento como de sus fustes. En San
Juan de Baños (Palencia) coexisten capiteles romanos
y copias de los mismos realizadas ya en época visigoda. El capitel vegetal de origen corintio sigue utilizándose con profusión y lo veremos llegar de la mano del maestro de Jaca, profundamente clásico) hasta la primera catedral románica de territorio hispánico: san Pedro de Jaca. Sobre este particular, quiero recordar que fue el maestro de Jaca quien a modo de firma de taller, según señaló Gaillard en 1938, introdujo un elemento novedoso: el pitón jaqués o pitón de ángulo o "gros pitón" en su propia definición; elemento que en 2018 identifiqué y comuniqué como la representación escultórica de la espiga floral del acanto.
También
hay bellos capiteles historiados, como en San Pedro de la Nave,
donde los temas del Sacrificio de Isaac o de Daniel en el Foso de
los Leones, son de una gran belleza plástica.
Frecuentemente
hallaremos en los capiteles temas que se van a perpetuar a lo largo
de todo el periodo románico, como son las aves picoteando
frutos.