Tras innumerables iglesias
edificadas bajo el estilo más difundido por Cluny, surgen hacia finales
del XII y principios del XIII una serie de templos que por uno u otro motivo
se apartan de lo hasta ahora visto. El inicio de las catedrales de Orense
y Sigüenza, así como la Seo
de Lérida y la de Tarragona edificadas hacia 1200 corresponden
a esta fase. En algunos casos se trata de templos
de planta central. Iglesias circulares con su ábside al este recordando
al templo del Santo Sepulcro de Jerusalén. Modelos quizás importados
por Templarios, como son Eunate
y Torres
del Río en Navarra o la iglesia
de la Vera Cruz en Segovia.
Otras veces son los excepcionales
cimborrios erigidos a orillas del Duero, con nervaduras y bóvedas
gallonadas que junto a los sistemas de sustento evocan con fuerza motivos
orientales que debieron de llegar de la misma mano que los anteriores.
Es en este periodo cuando
hay una mayor actividad en la fundación y edificación de monasterios
cistercienses, considerados en ocasiones edificaciones protogóticas;
pero que en opinión de Bango Torviso "No hay nada en esta
arquitectura correspondiente al XII que pueda considerarse una novedad gótica,
sino todo lo contrario. Son obras muy conservadoras respondiendo
al espíritu de la Orden".
En
lo escultórico, hallamos en esta fase tardorrománica una tendencia
hacia el naturalismo con un retorno a modelos clásicos. Se piensa
que sus autores conocieron el inicio del gótico francés y
lo reinterpretaron generando bellas obras y creando escuela entre muchos
seguidores ya en el XIII.