La orientación de
los templos edificados en época románica es tal que el eje
mayor de los mismos sigue una línea este-oeste, apuntando su cabecera
hacia oriente. Esto no es en absoluto un hecho casual
sino que se busca como parte de la simbología del templo. En oriente
está el lugar donde Cristo nació. Y también el punto por donde
el Sol se alza cada día en el horizonte tras su paso por el inframundo
sumiéndonos en las sombras. Sincretismo entre las antiguas y nuevas
deidades. El Sol, fuente de vida para la humanidad, que con su ciclo diario
constituye un recordatorio permanente de los ciclos biológicos en
relación con la muerte y la resurrección.
Son excepcionales los templos
románicos que no siguen esa disposición canónica. Pero
alguno hay, como el caso del emblemático monasterio de San Juan de
la Peña en Huesca, obligadamente "desorientado" por la
adaptación de su cabecera a la roca que lo cobija a la vez que cumple
funciones de panteón real.
Gracias a esta disposición
canónica, los rayos de luz de la mañana penetran por los
ventanales absidales iluminando el altar y marcando la senda a seguir a
través del templo, desde la oscuridad de poniente -donde suele estar
la portada principal- hacia la luz de la cabecera, hacia Dios. Tampoco
es casual el hecho de que en gran parte de los ábsides sean tres
los ventanales que derraman luz sobre el altar. Símbolo de las tres
Personas de la Divinidad.
En el momento en que se
erigieron los templos románicos, quienes los levantaron no tenían
ningún problema a la hora de fijar con exactitud los puntos cardinales.
Es algo tan simple como utilizar la estrella polar para fijar el norte.
En noche despejada el sistema para hacerlo era clavar una varilla en el terreno, alejarse
unos metros y clavar una segunda, de modo que se alinearan visualmente ambas
con la estrella polar. La línea que une las dos varillas es el eje
norte sur. Su perpendicular será el eje exacto del templo.
Y a pesar de lo dicho,
hay muchos templos que manifiestan una desviación tan aparente de
la línea este-oeste que llevan a pensar que se edificaron ex profeso con esa desviación. Ese es el caso de San Martín de Frómista.
En las imágenes inferiores muestro una fotografía aérea
del templo y sobre la misma, el eje este-oeste en rojo y el eje del templo
en amarillo, evidenciando una desviación hacia el norte de casi treinta
grados. Eso hace que en verano al atardecer la fachada norte del templo
se ilumine por completo.
Es un hecho que el lugar
por el que el sol aparece por el horizonte es variable a lo largo del año.
Solo en los equinoccios sale exactamente por el este y se pone por el oeste.
En los respectivos solsticios el lugar de emergencia se aleja del punto
cardinal. Hacia el norte, en el vernal y hacia el sur en el otoñal.
Si la orientación de la iglesia de Frómista
se realizó no por el sistema señalado por la estrella polar
sino por el punto en que el sol aparecía en el horizonte cuando se
planteaba su obra, habría que concluir que esto acaeció en
un momento próximo al solsticio de junio, momento en que el sol aparece
en el horizonte a unos 23 grados al norte del punto cardinal este (referencia
para el trópico de Cáncer).
Hay una teoría, no
confirmada, que apunta hacia la posibilidad de que la fundación de
las iglesias se efectuaba alineando el eje de las mismas con el punto del
horizonte en que aparece el sol en el día del santo a que se van
a dedicar. De esta forma en la celebración de su festividad anual
los primeros rayos solares del amanecer, paralelos al eje del templo, iluminarían
el altar.
(Un trabajo
de Juan Pérez Valcárcel de 1998 que he leído recientemente,
descarta la posibilidad de que las desviaciones del eje este-oeste se deban
a un intento de celebrar al patrón del templo. Apunta la posibilidad
-más lógica de que las desviaciones hacia el cuadrante nordeste
se deben a que la mayoría de los templos se iniciaban entre el equinoccio
de marzo y el solsticio de junio y en el replanteo se tomaba la referencia
de la salida del sol en esas fechas. También
es de suma importancia el trabajo
de Jordi Aguadé de 2010 acerca de la orientación y dimensiones
de la iglesia de San Bartolomé del cañón del río
Lobos motivadas con el fin de que el sol en dos momentos claves de su ciclo
ilumine una losa ante la virgen de la Salud)
En absoluto es novedoso
este hecho para el hombre románico. Desde los lejanos tiempos de
Egipto se conocía el fenómeno del orto helíaco de Sirio,
la estrella más brillante del firmamento, que tras seis meses oculta
aparecía de nuevo, casi coincidente con el solsticio de verano y
anunciando la época de inundaciones del Nilo y la revitalización
de las tierras.
Para concluir estas reflexiones,
quiero compartir con todos lo que para mi fue un hallazgo clarificador.
Sobre estas líneas muestro la decoración existente sobre una
lauda funeraria situada en el intrados de uno de los arcos de la sala capitular
del bello lugar de Roda de Isábena en Huesca. Durante
un tiempo, solo llamó mi atención la palabra "LVCIFER",
que asocié con el maligno, y por tanto no comprendí su mensaje.
Más adelante cambiando impresiones con unos amigos aprendí
que "Lucifer" y "Esperus" son los nombres que en astronomía
se dan al planeta Venus. El primero, cuando brillante portador de luz, se
alza sobre el horizonte. Y el segundo, cuando cayendo a poniente da nombre
al reino del crepúsculo: "vespertino", que de esperus o
vesperus deriva el vocablo.
Hombres de fe mirando las
estrellas buscando guía y consuelo. La metáfora es evidente.
La estrella que muere al atardecer para volver a renacer triunfante a la
mañana siguiente. Como el sol, como el trigo, como Cristo. Es
una magnífica y sencilla profesión de Fe traducida a dos símbolos
y dos palabras. Toda una lección acerca del ciclo muerte-resurrección
que desde esa piedra nos transmite quien sin duda fue un hombre culto, religioso
e iniciado.
En fin, que es una evidencia
el hecho de que nuestras vidas se rigen por los astros. Y ello se traduce
hasta en el lenguaje coloquial. "Desastre" no es sino "mala
estrella" (dis-aster) y "Considerar" representa reflexionar
mirando a las estrellas (Con-siderare).
Como indicaba al principio
de esta pagina, trazar el eje este-oeste para orientar la planta de un templo
es fácil. Clavando un vástago en tierra y un segundo alineado
con la estrella polar y el primero, la línea que une ambos vástagos
señala la línea norte-sur. La perpendicular a la misma es
la que señala de modo perfecto la dirección este-oeste.
Ahora bien, si en vez de
tomar como referente la estrella polar tomamos el punto de salida del sol
en el horizonte resultará que hay una variación extrema de
23º 27´a norte y a sur en los respectivos solsticios. Con el
vástago "A" fijo, las posiciones extremas e intermedia: "C", "D" y "B" señalando
ambos solsticios y los equinoccios nos van a trazar el eje del templo a
construir según el momento del año en que se lleve a cabo
esta maniobra.
Hablamos del "vástago"
gracias al cual alineándose con el Sol o con la estrella polar permite
trazar el eje del templo. En Junio de 2014 he leído un comentario
de José García Maestro referente a una demostración
que vio en la iglesia de San Martín de Artáiz haciéndose
eco de la hipótesis de Simeón Hidalgo Valencia
(autor del libro "La iglesia de San Martín de Artáiz.
Una lectura particular") de que el personaje mitrado esculpido
en una de las metopas no porta un báculo, dado que su extremo es
cerrado, sino que se trata de un "vástago" gracias al cual
se puede trazar el eje del templo como he descrito más arriba.
Sin duda es una idea importante
dado que la ceremonia de plantear el templo -desconocida- realmente debió
de tener una trascendencia notable a la que posiblemente no fuese ajeno
el obispo que debía de consagrarlo.