Lo primero que
hemos de tener en cuenta es que tanto la escultura como la pintura son
elementos indispensables y complementarios en la arquitectura románica.
El templo, de forma íntegra, ofrece un variado marco en todos y
cada uno de sus elementos como soporte de la expresión artística
escultórica. Hay que considerar que
el "hombre románico medio" es una persona de muy escasa
cultura. Analfabeto e inmerso en una organización feudal que decide
cómo ha de ser su economía, su política y su religión.
Toda la existencia de este ser, el "laborante",
la van a manejar los otros dos estamentos: "orantes"
y "pugnantes" en la clásica
división social de Adalberto, obispo de Laón, quien en el primer
cuarto del S XI. afirmó: Ternaria es la casa del Señor,
de la que erróneamente se cree que es una: Aquí sobre la
tierra unos oran (orant), los otros luchan (pugnant) y otros más,
trabajan (laborant). Estos tres son uno y no pueden ser divididos, de forma que sobre la función
(officium) de unos descansan las obras (opera) de los dos restantes y
todos conceden su ayuda a todos.
El arte románico,
y por tanto también la escultura, va a ser una manifestación de esa sociedad
feudal altomedieval que impera en la Europa occidental entre los siglos
IX al XII. En realidad será un arte "monástico y aristocrático".
Los monasterios propiciarán la articulación del territorio. fueron verdaderos centros de repoblación del mismo que lo dinamizarán
en todos los sentidos. Los nobles, sabedores
de su gran poder e influencia, se vinculan a los mismos para compartir
los beneficios terrenales y para que a su muerte velen sus restos, perpetúen el recuerdo de su linaje y recen
por la salvación de sus almas. Los monasterios de alguna forma
serán "los castillos de Dios".
La escultura que encontraremos
por doquier en los templos tiene una doble función: estética
y catequética. Es indudable que añade belleza a los elementos
puramente edificativos y a la vez, conviene a la misión evangelizadora
de la Iglesia. El campesino que acude al templo aprende pasajes de Antiguo
y del Nuevo Testamento leyendo el "comic pétreo" esculpido
en portadas, ábsides y claustros. Y a la vez contempla aterrorizado
los tremendos tormentos que le acaecerán si no cumple los preceptos
establecidos por la Iglesia. En general la escultura románica no
va a ser expresión de modelos naturales que el escultor pudiera
reproducir. Ese artista se encontró con la dificultad de tener
que plasmar en piedra ideas que en muchas ocasiones carecían de
equivalente material. Sus obras han de ser símbolos para transmitir
ideas. Y ello implica tres niveles de actuación: el comitente que
le encarga el trabajo (la idea). El desarrollo del mismo (la obra). Y
la recepción e interpretación del mensaje por el observador
(el efecto).
Los modelos en que se basaron comitentes
y artistas para elaborar mensajes a través de sus obras fueron
diferentes. En primer lugar modelos clásicos, sobre todo romanos,
abundantes y conocidos por el hombre medieval. El arquetipo mencionado
por quienes tratanen profundidad este tema, es el
sarcófago romano de Husillos que fue modelo para la labra de capiteles
en Frómista (Palencia). Abundando en la idea: el monarca aragonés
Ramiro II "el Monje" es enterrado en un sarcófago romano
en San Pedro el Viejo de Huesca, demostrando el gusto por la escultura
clásica y la asunción de modelos romanos. Jaca
es otro paradigma en el que voy sacando a primera línea el trasfondo
clásico de sus esculturas, en especial las dedicadas a los tíasos
dionisíacos y marinos.
También influencias bizantinas,
visigodas y árabes sirven a este fin. Los relieves de San Pedro
de la Nave en Zamora bien pudieran pasar por románicos. Los entrelazos
y filigranas vegetales islámicas tienen justa continuidad en la
decoración románica. Por último, y no menos importante,
códices y beatos suplen esta función de modelo fácilmente
transportable en esa época.