Son muy frecuentes las referencias en la
escultura románica a los temas apocalípticos encabezados
por la archirrepetida escena de Cristo en Majestad rodeado de los Tetramorfos
y orlado por los ancianos músicos como expresión plástica
de la segunda venida de Cristo en el día del Juicio Final.
Juicio multitudinario en contraposición
al juicio individual expresado por la Psicostasis o pesaje de las almas a cargo
de San Miguel, en escena que no es sino una reinterpretación
del tema egipcio referente al juicio de Osiris. En ese juicio, Anubis conducía
al difunto ante el tribunal de Osiris, le extraía de forma mágica
su corazón y lo pesaba en una balanza con la pluma de Maat como contrapeso y símbolo
de la verdad.
También por medio de la escultura tomarán forma los seres del bestiario. Seres imposibles que decoran
profusamente frisos y capiteles. Dragones, grifos,
basiliscos, arpías, mantícoras, anfisbenas, sirenas, centauros,
etc. Todos ellos con su carga negativa en clara alusión al mal
y a sus múltiples formas de manifestarse para desazón
del hombre medieval que ve en ellos instrumentos de tormento si no es
fiel a las reglas que la Iglesia le impone. Quizá
durante el día para el campesino con su hacha al hombro
no sea excesiva la presión; pero al caer la noche y hasta que
el sol renazca, esos seres cobrarán vida en sus sueños
y en ellos escuchará de nuevo la voz del monje negro que le conmina
a seguir en el rebaño de la Iglesia o a afrontar las tremedas consecuencias mostradas en las esculturas.
Los dragones
son una de las representaciones más extendidas para encarnar el
mal. A menudo son representados en combate con el caballero que representa
el bien. Monstruos serpentiformes alados de fiero aspecto y notable
tamaño como podemos apreciar sobre estas líneas. Hay
que fijarse en el detalle de los dragones en lucha con caballeros.
Ambos llevan collar, probablemente indicando que no son fieras salvajes,
sino seres bajo el dominio de un ente que las domina y envía
al combate contra el bien, encarnado en el caballero celestial (al
que en el tímpano de Yermo, protege un ángel situado detras de su
yelmo).
Arriba a la izquierda
dos monstruos dan tormento a un pecador. Se trata de un grifo y un basilisco.
El grifo es una mezcla de águila y
león de tamaño ocho veces el de aquél. El basilisco
posee cabeza de gallo, alas y cuerpo de serpiente y era capaz de matar
con su sola mirada.
Las arpías
son muy frecuentes en las esculturas de frisos y capiteles. Procedentes
de la mitología griega, poseen cabeza de mujer y cuerpo de ave.
Se les atribuye el hecho de robar constantemente la comida o ensuciarla con sus
excrementos haciéndola inservible. Son preciosas y estilizadas
las de Santa Eufemia de Cozollos (Palencia) bajo un modelo muy repetido
por la zona norte de esta provincia. Las que encontramos en el área de
trabajo del "Maestro de Agüero" suelen representarse
en parejas, siendo una masculina y otra femenina (sobre estas líneas).
Centauros
y sirenas, también son frecuentes en la escultura románica. Seres mixtos, medio hombres medio
animales que en el primer caso son medio caballos y en el segundo medio
pez de una o dos colas. Hay que advertir que en la mitología
griega la sirena es una mezcla de mujer y ave, más
al estilo de la arpía, si bien en la actualidad se la identifica
de modo preferente con el ser compuesto de torso de mujer y cola de pez.
Un monstruo poco representado
en la mantícora -sobre estas líneas
una pareja en Santiago de Agüero-. Seres de gran ferocidad con
cabeza humana y cuerpo de musculoso león que se alimentaban
de carne humana.
Y también, muy
poco representada, la anfisbena, monstruo
a modo de gran serpiente con una cabeza en cada extremo de su cuerpo
y por tanto doblemente temible y venenosa. Se le atribuye la posibilidad de formar
un círculo sujetándose por las mandíbulas ambas
cabezas y rodar con gran velocidad. El ejemplo
de Loarre, sobre estas líneas, es de gran belleza plástica.
Las cabezas inferiores, más pequeñas, muerden el astrágalo del capitel y
las superiores, compartidas en los ángulos cumpliendo la ley
de simetría ya mencionada, dan tormento a personajes descalzos
ataviados con hábito talar. El profesor Guesuraga señala que esta forma de tormento en que un mónstruo -dragón o anfisbena- muerde la cabeza nos indica que el personaje pecó con la misma, quizá señalando aherejes o a personas desviadas del pensamiento oficial.