Una parte
importante en la religiosidad del hombre románico la constituyeron
las tallas en madera para formalizar y estimular sus sentimientos y devociones. El
hecho de que la figura sea "de bulto" es importante a la hora
de proyectar las emociones religiosas. Y a ello ayuda más la imaginería
que la decoración pictórica. La mayor
parte de las tallas en esta época corresponden a imágenes
de la Virgen con el Niño y Cristo crucificado, bien en solitario
o formando grupo con La Virgen y San Juan en forma de "calvario".
Son tallas realizadas sobre maderas de diversa procedencia
por lo general locales (pino, nogal, roble..). Su acabado se efectuaba policromando
la talla. En ocasiones estas imágenes son verdaderos relicarios
al portar reliquias en una oquedad posterior.
Un abundante número de
Vírgenes románicas ha llegado en buena conservación
hasta nuestros días. Muchas otras han desaparecido por deterioro
de su materia prima, incendios, destrucción intencionada o expolio.
Realmente debió de ser elevado el número de las mismas y probablemente
no hubiera templo que no las tuviese. Las tallas de
la Virgen la representan sentada y con el Niño sobre ella ("Theotokos").
Son "Vírgenes-trono" en las que prima su función
de "mueble" desde el que reina Cristo. Esto es especialmente realista
en las más antiguas. En ellas la Virgen es hierática, inexpresiva,
casi ausente, con los brazos extendidos flanqueando al Niño como
si de los brazos de un sillón se tratase pero sin intentar siquiera
tocarlo. El Niño se halla centrado en el plano de simetría.
Una buena muestra de estas vírgenes arcaicas
la hallamos en la imagen de la izquierda bajo estas líneas. Corresponde
a la Virgen del Camino de Ena (Huesca). De ella me dijo mosen Benito Solana
que "es la más antigua del Sodoruel". Y a juzgar por sus
rasgos y por lo dicho, es más que probable. La figura del Niño
está tallada en un bloque aparte y se sujeta en su sitio por medio
de un grueso hilo de nylon anudado en torno a ambas imágenes. La figura del Niño se esculpió separada de la de la Vírgen para poder mostrarlo en Navidad ("Puer natus est").
A medida que avanza el
XII y sobre todo en el XIII cambia el patrón descrito. Las vírgenes
pierden parcialmente su hieratismo para adquirir rasgos más naturales
mientras que el Niño pasa a hallarse sobre la rodilla izquierda de
la Virgen tendiendo a la postura ladeada a su derecha. La Virgen en esta
fase ya sujeta al niño y lo toma de modo más natural, como en la
imagen superior derecha perteneciente a la Virgen del Buen Acuerdo de Gallocanta
(Zaragoza) que lo sujeta por su cadera izquierda y pie derecho al que da apoyo
a la vez que lo ofrece.
En las fases avanzadas
los rasgos son realmente naturales, como puede verse en la Virgen de Marcuello
-arriba a derecha- en la que ya aparece una sonrisa. Abajo a la derecha
he incluido un primer plano de una talla de la Virgen. Corresponde a una
figura de Calvario y se halla en Castilliscar (Zaragoza). A pesar de formar
parte de un cuadro trágico, su expresión de serenidad, belleza
e infantilismo de rasgos me sigue impresionando cada vez que la contemplo.
Tras las imágenes
de la Virgen, las tallas de Cristo crucificado son las más abundantes
en este periodo. Son tallas estilizadas. Cristos "de cuatro clavos"
por representarse al Crucificado con los pies separados. Los detalles anatómicos
se suelen marcar de forma notable (tendones, costillas..) y también
las heridas de la Pasión.
Uno de los más bellos
Cristos románicos que conozco es del monasterio de Siresa en Huesca
(sobre estas líneas y abajo a izquierda). Esta tallado en nogal policromado
y se halló enterrado en un sepulcro en las obras de restauración
del templo efectuadas hacia 1990. A su lado, el Cristo
de Ardisa, que se expone en el Museo Diocesano de Jaca.
Otra de las tallas del
Crucificado que me agrada es la de Salardú (Lérida). La tosca talla
del Cristo conserva su cruz original en la que hay unos bellos motivos
pictóricos representando la resurrección de los muertos y
un ángel turiferario (abajo)
Dos Cristos aragoneses
de gran expresividad son los que muestro bajo estas líneas. A izquierda,
sereno, muerto, el de Castilliscar y a su lado el Cristo del Perdón,
en Sos del Rey Católico (ambos en Zaragoza) con rasgos infantiles
y ojos abiertos.
A un momento ya avanzado
corresponde el Cristo de cuatro clavos en la iglesia de planta circular
de Torres del Río (Navarra) -abajo a izquierda-.
También se tallaron
otros personajes aparte de los descritos. La lista sería interminable.
Traigo aquí uno que goza de mi preferencia: es la imagen de San Pedro,
titular de la iglesia del Castillo de Loarre que presidió su altar
durante largo tiempo y que en la actualidad se expone en la iglesia de
la villa de Loarre junto a la Virgen del Castillo y las reliquias de San
Demetrio.