La pintura en los templos
románico constituyó el acabado final de los mismos. Hoy la tendencia a pensar
que la piedra vista es bella, y que la esencia del románico son sillares
perfectamente escuadrados transmitiendo sensación de solidez y trascendencia,
nos ha hecho perder el norte en este sentido. Un templo no se consideraba
definitivamente terminado hasta no haber sido enlucido y muchas veces decorado con temas
pictóricos cuyo carácter es al igual que lo visto en la escultura,
decorativo, figurativo y catequético. Pero
no solo las pinturas se realizaban al interior del
mismo sino que el exterior también estuvo decorado en algunas zonas. En especial en
los lugares más sensibles del mismo como la puerta de acceso. Y si
en escultura es exigua la nómina de Maestros de los que sabemos su
nombre, en pintura es aún menor. Por eso, el hecho de que en la portada
oeste de Iguacel (Huesca) haya quedado epigrafiado el nombre de quien la
pintó (Galindo Garcés) es una feliz
excepción. (Ver
templo). En templos donde los recursos eran más limitados, tras el enfoscado, si no era posible llevar a cabo una decoración pictórica adecuada, se podía recurrir a decorarlos por medio de despiece figurado de sillares. En Villamana, por ejemplo, tras arrancar su pantocrator -expuesto en el Museo Diocesano de Barbastro-Monzón, apareció bajo el mismo restos de una primera fase de despiece figurado de sillares.
La zona más sagrada
del templo es sin duda su cabecera. Es allí donde se desarrollan
los temas más bellos y que han de despertar las sensaciones previstas
en la feligresía. El cascarón absidal es el lugar donde hallamos
las Maiestas Domini. Cristo en mandorla rodeado de los Tetramorfos según
interpretación literal de los textos del Apocalipsis. Pinturas
que al igual que ocurre en escultura y talla, están dominadas por
el hieratismo, la simetría y la adaptación al marco arquitectónico.
Bidimensionalidad, ausencia de proporciones y perspectiva son la norma en
este arte. La mayor parte de las pinturas se efectuaban
al fresco. Los pigmentos diluidos en agua de cal eran aplicados sobre el
enlucido cuando aún estaba húmedo penetrando con facilidad
en todo su espesor y llegando el color hasta los propios sillares que lo
sustentan. Al secarse cristaliza y adquiere una notable dureza y estabilidad.
Un ejemplo de la penetración
de los pigmentos en el enlucido lo podemos ver pasando el puntero sobre
la imagen inferior derecha. Corresponde al cilindro absidal de Bagüés.
Las pinturas se trasladaron a lienzo arrancando las capas de enlucido sobre las que se realizaron (técnica de "strappo"y se exponen en el Museo Diocesano de
Jaca. A pesar de ello, en Bagüés pueden advertirse restos de las mismas.
Las pinturas pueden arrancarse
de su lugar de origen trasladando a lienzo o a estructura que remede la
forma de su soporte. Capas de enlucido que se arrancan y que en ocasiones
deparan sorpresas, como ocurrió en San Juan de Ruesta en Huesca ya que
al arrancar el Pantocrator advirtieron que había una segunda cara oculta debajo de la visible (abajo a izquierda), quizá un primer boceto del pintor
que cambió de opinión, lo cubrió de yeso y volvió
a pintar sobre él.
Las
modas cambian así como los gustos. Del mismo modo que el pintor de
Ruesta cambió de idea y repintó la cara de Cristo, en San
Juan Bautista de Rasal (Huesca), con el cambio de modas acabaron -como
en tantos otros lugares- aplicando una capa de enfoscado sobre las pinturas
a fin de que resaltara la estética de un retablo
al uso.
Un oportuno desconchón
del enfoscado, me permitió "descubrir" el día de
Santa Águeda de 2003 la existencia de una pintura mural de la que
asoma parte de la mandorla a base de amarillo y rojo y el Tetramorfos de
San Marcos, en forma de León alado y nimbado con su Evangelio (Imágenes
bajo estas líneas). Se ha conseguido (a base
de dar mucha guerra) la restauración y consolidación del templo
y poder ver recuperadas lo que resta de esas pinturas. (VER
RESTAURACIÓN DE PINTURAS Y TEMPLO)
Los modelos en que bebió
el pintor medieval, aparte de dejar en ocasiones volar su imaginación,
procedían del mundo bizantino dominado por los mosaicos. También
los beatos debieron de constituir
una fuente magnífica de inspiración por su facilidad de transporte.
De gran belleza estética,
por lo estilizado de sus primitivas formas, son las pinturas que decoraron la
iglesia de San Baudelio de Berlanga (Soria) y que en parte hoy se encuentran
en el Museo del Prado de Madrid y que son un referente en este arte. Templo mozárabe
del XI y pinturas del primer tercio del XII que a pesar de su sencillez,
muestran un dinamismo impropio del hieratismo románico. La escena
de la caza de las liebres (arriba) es una buena muestra de lo dicho. La
caza del oso, medallones con fieras monstruosas de regusto mozárabe,
la personalidad del cazador mostrada en un realista retrato... Todo ello
en las imágenes inferiores.
Sin
salir de ese espacio en el Museo del Prado, en una salita que reproduce el interior
de la iglesia Segoviana de la Vera Cruz de Maderuelo se hallan las pinturas
que decoraron este antiguo templo de cabecera plana. Sus representaciones
se remontan al primer tercio del XII. Bajo estas líneas un detalle
del Pecado Original.
Otras veces lo pintado
son sencillas formas geométricas y símbolos de difícil
interpretación. Abajo las pinturas que decoraban el ábside
central de San Juan de Pano (Huesca), templo lombardo de factura rústica.
Círculos, cruces patadas, cruces con otras cruces dentro de sus brazos, pentalfas, etc.
en tonos rojo y amarillo. Trasladadas a lienzo, se hallan en el Museo Diocesano
de Barbastro (Huesca).
En el Museo Diocesano de
Jaca (Huesca), hallamos trasladados a lienzo a dos apóstoles procedentes
del ábside de Santa Eulalia de Susín, iglesia del círculo
larredense próxima a Biescas. Son conocidos como "Los llorones
de Susín" y sus formas revelan un gran arcaicismo amén
de una técnica muy poco depurada.
En la zona oriental de
la península hubo un importante foco pictórico con personalidad
propia. Figura sobresaliente fue el conocido como "Maestro de Tahull"
que decoró el interior de la Iglesia de San Clemente en Tahull (Lérida)
con el celebrado Pantocrator, cuya reproducción in situ muestro abajo
a izquierda.
Otro gran exponente fue
el "Maestro de Pedret" a cuya mano se atribuyen las bellas y desconocidas
pinturas de la capilla de San Agustín en Roda de Isábena (Huesca).
Abajo a derecha vemos uno de los rostros mejor conservados. La hechura de
estas pinturas, la soltura y simplicidad de sus trazos que sin embargo crean
imágenes muy bien definidas, llevó a relacionar éstas
con el llamado "Maestro de Tahull". Estudios posteriores, en cambio, las
relacionan con el "Maestro de Pedret" vinculado a San Ramón; por
haber sido quien decoró la catedral de San Licerio de Coserans, lugar
de procedencia del santo ("Las Catedrales de Aragón"; 1987. Manuel
Iglesias Costa).
Hablar de pintura románica en Aragón
es hablar de San Ramón, Obispo de Roda-Barbastro. Él desempeñó
una auténtica labor de mecenazgo atrayendo artistas que dejaron sus
obras en los templos dependientes de su episcopado.
Tres grupos o corrientes pictóricas
cuajaron en lo que hoy conocemos como "Maestro de Pedret" ,
"Maestro de Tahull" y "Maestro del
Juicio Final" , cronológicamente ordenados. Sus talleres
generaron obra en la capilla de San
Agustín en Roda de Isábena , San
Clemente de Tahull y Santa
María de Tahull , respectivamente.
En esa época
no existía el obispado de Lérida, que aparecerá tras
su reconquista en 1149. (LA PINTURA ROMÁNICA EN ARAGÓN.
Gonzalo Borras - Manuel García Guatas. CAI-Z 1978)